Sentada allí, rodeada de gente tan afín en gustos literarios pero tan discordantes y protegidos con su aura de anonimato, sentí cómo esa sensación terriblemente agradable que te invade ante la idea de iniciar una gran aventura creativa y de conectar con otros seres inteligentes al nivel más básico y elemental de la naturaleza humana se expandía a través de mis venas hasta llegar a mi corazón, músculo poderosamente agotador, eje creativo y demoledor; un poder tan similar al de las palabras…
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