El profesor nos arengó:
En su interior tienen la sustancia para escribir. Escarben sus sentimientos; filtren la sangre que recorre sus venas; métanse adentro y golpéense contra las paredes de su propio cuerpo.
Yo cerré los ojos. Me vi de niño. Escuché las risas de los juegos en la calle. Sentí la tristeza y el miedo. Observé a mi madre sangrando. Lo vi ir, tambaleándose, hacia la nada.
Entonces abrí los ojos, palpé la suavidad de la tapa, acaricié mi foto en la contraportada y sonreí.
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