El último párrafo estaba destinado a ella, cada palabra buscaba irrumpir en ese cómodo y libre corazón.

La instructora del taller de escritura le pidió que compartiera su texto, él asintió y comenzó a leer con voz firme y apasionada. Antes de sorprender con el vertiginoso final, suspiró suavemente y la miró a los ojos, confirmó que eran hermosos.

Sus palabras surcaron el aire como lanzas de fuego, exponiendo sus más profundos sentimientos. Cuando alzó la vista nuevamente, ella ya no estaba.

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