—Martín, Martín. ¿Cuántas veces tengo que decirte de la importancia de los acentos? —repetía el profesor del taller de escritura a su alumno preferido, aunque también, el más travieso y distraído.
—Ya lo sé, Don Matías —contestaba él divertido— pero, yo veo más romántica la frase así:
«Tomate del tiempo, lo mejor» en vez de «Tómate del tiempo, lo mejor»
—¿No le parece? —se burlaba el chiquillo, salpicado de pecas, arqueando una ceja.
—Muchacho, no hago carrera contigo…
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