Sabía que seguiría estando en blanco a no ser que empezase a escribir sobre su vida y sus experiencias…

“Bueno, es lo habitual: ningún escritor escribe sino sobre sí mismo, sobre su angustia y sus fantasías, y de su efímera subjetividad” –se dijo, intentando apaciguar esa incómoda sensación.

Sin embargo, el vértigo aún estaba ahí. Y fue entonces cuando entendió a qué le ayudaría el grupo: a abandonar ese miedo a asomarse a sus significados, y encontrar en el folio algún sentido a su universo.

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