El profesor dio la consigna de no dejar pasar a las palabras. Ordenó con expresión seria sin temple, que por un día viviéramos.
Confundidos, estupefactos y cabizbajos, en pasos llenos de fuga, dejamos el salón.
Poner vida a mi imaginación y viceversa, rompía límites. Vivir es más que existir e imaginar es más que pensar.
De vueltas en el salón, él con señas repartió hojas en blanco.
Silencio.
Ellas reinas de metáforas, incumplieron la prohibición y en las hojas se derramaron .
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