Con 40º, una humedad del 65% y sin aire acondicionado sabía que le sería muy difícil armar una buena historia. Él era un tío hábil con las palabras, no podía costarle tanto.
Después de emborronar decenas de folios, pasar dos veces por la ducha y gastar un rollo de papel higiénico para secar el sudor de su frente, decidió echar mano de la vieja fórmula. Escogió tres personajes complicados, un escenario hostil, una contundente frase de partida y dejó que la historia se la montaran ellos solitos.
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