Tengo tanto miedo, puedo sentir como tiemblo, cómo cada parte que me conforma va derrumbándose lentamente.
No tengo más fuerzas necesito ayuda, no quiero perder ni un hijo más; la situación tan compleja que se vive en mi interior, está llevando a que muchos me abandonen, se resignan a perder todo aquello por lo que lucharon por años…. pero lo que más me entristece es que están perdiendo la fe, la esperanza y las ganas de vivir. Otros en cambio lamentan portar mi sello emblemático que los identifica como hijos de mi tierra.
Cierro mis ojos y sueño con lo que fui ayer, un maravilloso país lleno de riquezas naturales, de vistosos paisajes asediados por el mundo, un lugar de oportunidad y esperanza… hoy solo veo desolación, tristeza e impotencia de muchos, al no poder contrarrestar un gobierno injusto que ha perdido la cordura y que se alimenta del dolor ajeno. ¿qué puedo hacer? ¿como los puedo ayudar? … diariamente con la llegada de un nuevo amanecer dirijo mi atención al cielo esperando una respuesta del creador, en un grito desesperado por acabar con mi sufrimiento, con la amarga desolación en la que me encuentro y por los extensos ríos de lágrimas que brotan de lo más profundo del alma de mis amados hijos, esos que con toda la impotencia del mundo me ven desangrándome y anhelan poder curar mis heridas.Si, así es, me desangro, lentamente alimento mi tierra con cada gota de mi sangre… temo quedarme sin ella, de esa forma estaré perdida y me convertiré en un recuerdo triste y amargo, que quizás muchos no logren superar.
Aquellas calles transitadas que entrelazaban culturas de otras partes, se encuentran tejidas en soledad y los pocos que en ellas marcan sus pasos, dejan una mancha desteñida de dolor, de lágrimas y un sudor de lamento por perder aquellos gratos momentos que recorrieron alguna vez esos lugares.
Me asombra ver cuánta sangre tengo en mis manos por aquellos que quisieron defenderme, esos hijos que tienen tatuado mi nombre en su alma, aquellos que aman cada rincón que me conforma, cubriéndose de esperanza y alentandome a mantenerme con vida. Puedo sentir mucha desesperación de aquellas familias humildes que diariamente pierden sus fuerzas por la gran hambruna a la que son sometidos. Otros en cambio se ven obligados a partir y alejarse de mí, quedando expuestos a la vista de otros y en algunos casos son rechazados, convirtiéndose en mendigos de tierras ajenas.
Diariamente extiendo mi bandera con fuerza, para que logre alcanzar cada corazón y lo cubra de esperanza, de fuerza y lo aliente a mantenerse en pie; porque este sufrimiento solo es pasajero… y así como el ave Fénix, yo renaceré de las cenizas y demostraré al mundo que cambiaré la historia.
Soy Venezuela, y quizás hoy me encuentre casi devastada y abandonada… pero Dios está de mi lado y me levantaré más fuerte que antes, porque el llamado S.O.S. fue escuchado y la respuesta está en camino.
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