Me alejo de mi ciudad, aquella donde nací, crecí y amé. El océano se interpone ya entre mis recuerdos y el ferry me transporta a un nuevo destino, sin guerra, sin muerte y sufrimiento. Todo se queda atrás y no pienso volver la cabeza para mirar. Ya nada me importa porque todo lo he perdido, mi casa, mi mujer, mis hijos, mi negocio… La ambición de los hombres todo lo destruye. La guerra asola otra parte de este globo terráqueo ya tan devastado. Soledad, fuego, desolación, muerte y horror donde antes había vida, risas, belleza y amor.
Joyas de la arquitectura antigua, bibliotecas con ejemplares únicos, puentes colgantes, ciudades enteras destruidas y lo peor de todo, miles de muertos-niños, ancianos, mujeres- todo en nombre de un Dios, cuyos deseos de venganza son insaciables.
Mi mujer Houda, mis hijos Mahmoud y Khaled se quedaron atrás, sus restos esparcidos junto con el resto de nuestros enseres en aquel agujero que un día fue nuestro hogar. No pude enterrarlos, no tuve tiempo. Solo fui capaz de salir corriendo y huir de aquella barbarie.
Aquella ciudad que un día fue rica y esplendorosa, que acumulaba monumentos y tesoros testigos de civilizaciones antiguas, visitadas por turistas felices de todas las nacionalidades, hoy solo es un espectro de muerte y abandono, de destrucción y odio.
Miro hacia el mar buscando mi nuevo destino. Me da igual la ciudad, los habitantes y los paisajes. Solo necesito unos acres de tierra para cultivar mi propio huerto, un cielo donde buscar mis estrellas y con mis propias manos construiré mi futuro.
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