El reloj sin pilas

El reloj sin pilas

Joanna Lagunowicz

07/10/2018

Deben buscar una vivienda económicamente asequible, reducir todos los gastos, utilizar el transporte público en todos los desplazamientos y aceptar cualquier trabajo. Viven en los Estados Unidos con el salario mínimo del estado de Ohio y conviven con el sueño americano donde todo el mundo puede ser lo que se proponga. La realidad es que la población de Estados Unidos que vive con desahogo considera que aquellos gastos sociales, como el subsidio por desempleo o las ayudas oficiales, destinados a los más pobres, son una carga pesada creando una censura el hablar de clases sociales.

No se cuestionan que el trabajo sea aburrido y rutinario, la cuestión radica en la aceptación de cualquier trabajo como acto ineludible para ganar un sueldo insuficiente, vendiendo todo su tiempo y fuerza para poder subsistir. Muestran los ingresos de la familia, su estatus laboral, su capacidad y posibilidad en el pago de la vivienda, alimentación, facturas de luz, centros médicos, compra de bienes muebles, e incluso sus opciones de poder acceder a un museo o cenar en un restaurante. Muestran, por lo tanto, una clase social.

Él no puede comer cuando quiere, su habitación no la considera habitable y tener descendencia se concibe como un problema económico grave porque entiende que mantener con un salario mínimo a los hijos es más propio de un milagro.

Ella se encuentra con una gran precariedad laboral andando largas distancias para ahorrar unos pocos dólares al evitar el transporte público. Al llegar a casa vive con la falta de mínimas infraestructuras como una correcta instalación de electricidad, saneamiento y mobiliario. A través de las organizaciones de beneficencia observa con emoción los sistemas de ayuda mutua y asistencia pública que les proporcionan una mesa, sillas, una vajilla y ropa de cama. Dejando de lado el término pobre digno e indigno con una profunda estigmatización a una profunda solidaridad.

El tiempo se convierte en un recurso económico sincronizado y acudir al trabajo cada minuto es un céntimo en el cheque final. Trabajos repetitivos, con poca habilidad y menor aprendizaje. En la lógica del reloj ningún trabajo lleva a la satisfacción personal en el transcurso del tiempo.

Ellos son “el reloj sin pilas”, individuos que sincronizan sus horas con las agujas del reloj del mercado laboral. Persiguen cubrir sus necesidades básicas sirviendo con su tiempo y fuerza en trabajos precarios. Consiguen trabajos que muestran un reloj y son trabajadores que lo abarcan en su totalidad sin obtener los suficientes beneficios para comprar pilas.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS