Todos se han ido, menos yo. Sigo en el mismo lugar que hace 12 años recordando a esas personas que se marcharon y jamás van a regresar, recordando las palabras de aquellos que no las volverán a decir.
Porque de alguna forma está atascado en aquel lugar, no puede salir, está condenado a deambular por aquel pueblo por la eternidad.
Ese es su castigo.
La oscuridad rodea cada rincón de aquel pueblo, es así desde que todos se fueron. Desde que todos lo dejaron atrás.
Así que se sienta en uno de los bancos en frente de aquel parque, el que solía estar repleto de niños con sus familias. Piensa en todos los momentos que vivió en aquel parque.
Hasta aquel fatídico día.
Todos los niños sonreían sin preocupación alguna, sólo siendo felices.
El sol era tan fuerte aquel día que no había ni una nube en el cielo.Bueno hasta que lo arruinó algo peor que las nubes.
Empezaron a caer grandes gotas llenas de muerte y dolor, pero no dejaban de caer de aquella cruel nube.
Era un terrible aguacero. Y no pararía en un buen tiempo.
Después de aquella llovizna, nadie despertó, nadie volvió a sonreír y el sol jamás volvió a salir.
Y sigue ahí esperando una palabra, una persona, un buen recuerdo, una ayuda.
Pero aún así los días pasan, y nadie vuelve, todos olvidaron este lugar. O tal vez ya nadie quiere volver, no están condenados a estar aquí, no están condenados a acompañarme.
Tal vez llegará un día donde la oscuridad se vaya, un día el que todos olviden aquella mortífera lluvia.
Aquel horrible día donde el sol no volvía tocarlo.
Tal vez es el precio que tiene que pagar por aquella inpedonable descicion de acabar con «ellos». De acabar con lo que no consideraba normal.
Ahora deambula entre los recuerdos y las tumbas de las personas. De aquellos que lo siguieron y de aquellos que corrieron.
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