CAPÍTULO 1

SALIENDO

Varios policías dispararon hacia la multitud. Las personas corrieron para protegerse. Unos cayeron víctimas de los disparos, otros atropellados por los que venían detrás. Una ambulancia se aproximó. Los paramédicos, presurosos, se bajaron para recoger a los fallecidos y algunos heridos graves. Carlos Rodríguez era uno de ellos. Los manifestantes protestaban por la mala situación económica del país. Carlos fue llevado a un hospital, herido por un disparo de fusil en una pierna. Varios días después, regresó a sus labores habituales. En los días siguientes, recibió por su celular varias llamadas amenazantes de desconocidos que lo criticaban por haber asistido a la marcha contra el desempleo y los bajos sueldos.

Carlos, ingeniero de sistemas, laboraba en un aburrido banco, en el departamento de Informática con un miserable sueldo que apenas le alcanzaba para comer; todavía vivía con sus padres. No había comprado apartamento, sus bajos ingresos no se lo permitían; tampoco tenía automóvil y su novia lo abandonó, precisamente por esa situación de precariedad.

Desalentado, se preguntaba: ¿Qué hacer con su insípida vida? Y no encontraba respuesta. Un día se enteró por un amigo que Daniel, un antiguo compañero de la secundaria también graduado de ingeniero, había emigrado; luego supo que otros ex compañeros de estudio de la universidad habían salido del país o estaban a punto de hacerlo.

Una idea loca comenzó a darle vuelta en su mente. En la noche angustiado se revolcaba en la cama pensando: Emigrar, ¿cómo sería vivir en el exterior? ¿cuál país sería mejor? Decidió discutirlo con sus padres. Su madre se opuso rotundamente,pero su padre si estuvo de acuerdo. Le dijo: – Aquí no podrás realizar todos tus sueños. Solo emigrando lo lograrás.

Después de consultarlo con varios amigos. Decidió emigrar a los Estados Unidos de América (EUA), donde ya se encontraban varios ex compañeros de estudios. Retiró sus ahorros del banco donde laboraba, renunció a su trabajo, tramitó el pasaporte, tramitó la certificación de su título de ingeniero, solicitó la visa y compró su pasaje.

Ya completamente recuperado de la herida sufrida en una pierna, con melancolía, se despidió de sus padres y amigos más cercanos, pensando que no los vería por mucho tiempo, o quizás nunca más. Su estado de ánimo era conflictivo por momentos alegre, pero al mismo tiempo una tristeza le invadía todo su cuerpo, al extremo que por un momento vaciló y pensó en retroceder, pero se acordó que su padre siempre le decía: “Para atrás, ni para coger impulso.”

En el aeropuerto, sentado, esperaba impaciente el llamado para subir al avión. Llevaba una pequeña maleta como único equipaje; de pronto, una voz femenina anunció por los altavoces la salida del vuelo 578 con destino a Miami; miró su boleto y pensó, es mi su vuelo. Se levantó como si le hubieran puesto un resorte en la silla y rápidamente se dirigió a la puerta que conducía hacia la escalerilla del avión.

En el interior de la moderna nave, cómodamente sentado, veía una emocionante película. Se relajó y comenzó a meditar. Pensó con nostalgia lo que fue su adolescencia: su primera novia, el primer beso, sus juegos de niño, sus compañeros de la secundaria y la universidad, las enseñanzas de sus padres, sus deseos de triunfo, los juegos de béisbol los fines de semana, los regaños de su madre por llegar tarde y los consejos de su padre para que nunca desmayara y siguiera siempre hacia adelante. Todo eso quedaría muy pronto atrás, cuando se estableciera definitivamente en otro país, más grande y desarrollado, muy diferente y con mejores oportunidades para un joven como él, inteligente y con ganas de progresar.Observó por la ventanilla el cielo azul infinito y como el avión, velozmente, se alejaba cada vez más del territorio que lo vio nacer; al qué quizás no volvería nunca más. Minutos después, una joven y hermosa aeromoza le sirvió la comida. Luego se durmió profundamente.

Despertó tras varias horas de viaje. Alegre y despreocupado, salió del avión que lo trajo desde Caracas a Miami y se introdujo en el túnel que conectaba al avión con el aeropuerto. Al salir quedó gratamente impresionado por lo amplio, moderno y limpio de las instalaciones.

Como gaviota escapada que miraba a lo lejos el infinito en busca de refugio, se aventuraba en un mundo desconocido con todo lo atractivo y arriesgado que podría llegar a ser. En su equipaje llevaba: Su título de ingeniero de sistemas, sus pertenencias personales, una maleta llena de esperanzas, un manojo de ilusiones y planes para rehacer su vida. Un nuevo panorama le esperaba. Se propuso ser parte del Sueño Americano, al igual que muchos otros. Él también quería tener su American Dream para ello estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, todo dentro de lo ético y lo legal, porque como su madre se lo enseñó, era pobre pero honrado.

De aspecto atlético, mediana estatura y de veinticinco años. El color de su piel reflejaba la mezcla de varias razas, era “tostadito” por el sol, es decir un mulato. Pertenecía a la clase media, vestía una franela blanca y un pantalón “Blue Jeans”; usaba anteojos y una gorra de jugador de béisbol su deporte favorito. Se identificaba como fanático de los New York`s Yankees.

Muy emocionado con una sonrisa en los labios y grandes expectativas sobre su futuro inmediato. Soñaba con triunfar. Imaginaba que todo le saldría bien, dispuesto a darlo todo por el todo para ganarse un puesto en la sociedad más avanzada del mundo. Su visa era de turista, pero quería quedarse. Pensaba que luego regularizaría su situación y obtendría la tan ansiada residencia.

El primer contacto con una persona en territorio estadounidense fue con una “espigada” mujer, rubia, de ojos azules, mal encarada, de unos cuarenta años, que no hablaba en absoluto nada de español y quien le dirigió una mirada “punzo penetrante”. Cuando llegó la inspección de rutina, le revisó la documentación y el equipaje de mano y le dijo en voz alta y en tono conminatorio, como si fuera un oficial nazi: “¿Where are you from?” (¿De dónde eres?) Con su pobre inglés de la secundaria, trató de responder y balbuceó algo que no le gustó a la mujer. De inmediato, dos robustos guardias de raza negra con una estatura aproximada de un metro ochenta centímetros, cada uno con dos perros especialmente entrenados para ello, lo rodearon y lo registraron, buscando drogas y armas, lo que no hallaron. Después le dijeron: “You can go” (Te puedes ir). Dos empleados del aeropuerto, de origen dominicano, hicieron la función de traductores, no sin antes sacarle unos “dolarcitos”, lo que facilitó, que pudiera salir airoso de la situación.

Después del mal momento, se dispuso a solicitar un taxi que lo trasladara a Home Stead, una localidad de clase media baja en la que desde hacía dos años residían unos primos de Maracaibo. Hizo la señal de costumbre, se le acercó un taxi tripulado por un cubano. En el interior del automóvil la conversación fluyó fácil por tratarse de dos latinos. El taxista le contó que vivió varios años en Venezuela y con el dinero ganado, se trasladó a los EUA, compró una modesta casa y el automóvil que utilizaba como su medio de trabajo. Le sugirió que antes de llegar a la residencia de sus primos, debería divertirse un poco y le propuso llevarlo a un sitio donde encontraría música, licor y mujeres; a lo que accedió ingenuamente.

Cuando llegaron al destino, se bajó del automóvil, siendo sorprendido por dos personas de acento cubano, fuertemente armados, quienes le obligaron a entregar todo el dinero. Después lo empujaron, lo golpearon, como si fuera una piñata en fiesta de cumpleaños. Lo tumbaron en el suelo y le dieron patadas cual pelota de fútbol. La nariz le comenzó a sangrar como un riachuelo y el cuerpo le dolía por todas partes. Más tarde, lo abandonaron en un matorral casi sin sentido. Al despedirse, uno de ellos le dijo: ¡Welcome to the American Dream, baby! (Bienvenido al sueño americano, nene) A duras penas, unas horas después, logró recuperarse de la paliza que lo dieron los dos Marielitos; así llamaban en Miami a este tipo de personas de mal vivir que escaparon de Cuba por el puerto de Mariel.

Caminó durante varios “largos e interminables” minutos, bajo un ardiente sol, hasta llegar agotado a una carretera. Los automóviles pasaban con rapidez y ninguno se detenía para ayudarlo, a pesar de que hacia movimientos desesperados y gritaba. Esperó hasta que al fin apareció una Patrulla del Police Department of Dade County, con la suerte que uno de los agentes hablaba español, porque era de origen latino. De inmediato lo auxiliaron, llevándolo a un hospital cercano. Llamó por teléfono a sus primos, quienes sorprendidos y preocupados, vinieron a buscarlo y después de pasar la noche con él, lo trasladaron al día siguiente a su casa.

En la mañana de su segundo día en los EUA, en el interior de la residencia de sus dos primos: Alberto y Ramón, observó que de una de las habitaciones salía humo como una chimenea .Sintió un olor penetrante que desconocía y resultó ser marihuana , que fumaban su primo Ramón y unos amigos ; de pronto, llegó Alberto y le presentó a su pareja , Mary Anne , una mujer con raíces latinas cubano americana. Hablaba muy bien los dos idiomas: inglés y español. Muy atractiva e insinuante, blanca, de pelo negro largo, figura estilizada, ojos verdes como las esmeraldas y de veintiocho años. En ese momento llegaba del “trabajo”; presuntamente era enfermera nocturna. Ella lo miró de reojo, lo saludó, le sonrió con sensualidad y se deslizó hacia su habitación. Los primos lo invitaron a fumar un cigarro de marihuana. Aceptó de mala gana, era la primera vez que lo hacía, la sensación fue muy desagradable, le comenzó a doler la cabeza, disimuló para no contrariarlos; no fumaba ni siquiera los cigarrillos normales. La experiencia con la droga fue traumática. Fue al baño y vomitó, se sintió mal, le dolía la cabeza.

Luego, al salir del sanitario, Ramón le dijo:

– Esa “yerba” es de la buena, porque es de California.

Él no sabía distinguir entre la buena y la mala, no sabiendo que hacer, ni que decir, movió la cabeza con signo de aprobación como si supiera de qué le hablaban.

En la modesta casa de dos pisos vivían cuatro personas : Su primo Alberto, su esposa Mary Anne y su otro primo Ramón con su pareja Zoraida ; una caraqueña trigueña de piel “tostadita” por el sol , de unos veinticuatro años , quien cocinaba , hacia las deliciosas arepas todos los días en la mañana y tenía un talento especial para la sazón de la comida criolla y vernácula . La residencia era frecuentada por grupos de paisanos y latinos de otros países que venían los fines de semana a jugar dominó, tomar ron o cerveza y fumar marihuana.

Los primos trabajaban en un taller mecánico, ubicado a pocas cuadras de donde vivían; comprado con un dinero que recibieron de una herencia. Ramón de treinta años era el mecánico y Alberto el mayor de treintaicuatro, el administrador, se encargaba de las compras y llevar con rigor la contabilidad del negocio.

Recorrió la casa, tropezándose con la alacena donde encontró unos paquetes de harina de maíz para hacer las multisápidas arepas, paquetes de chocolate, botellas de ron, cigarrillos venezolanos, etc. En otro lugar sobre una biblioteca se encontraba una imagen de la Virgen de Coromoto patrona de Venezuela y otra de José Gregorio Hernández, el médico de los pobres, del cual Alberto era devoto; además, halló una caja con discos de Lila Morillo, La Billo´s, Los Melódicos, Felipe Pirela y otros artistas.

Carlos preguntó a Alberto ¿Con quién podría hablar para conseguir un trabajo en el área de computación? Que era su especialidad. Le respondió en tono de broma que hablaría con Bill Gates, presidente de Microsoft, que era su amigo; a Carlos no le gustó el mal chiste, pero no lo dijo. Pensó: “Esta no es mi casa, solo estoy de paso; cuando consiga mi trabajo me iré y haré mi propia vida.”

En la noche, con un dinero que le prestaron sus parientes, salió a recorrer la excitante ciudad de Miami. En la esquina había un café llamado el Café de Paco, donde cenó e hizo algunas amistades, se despidió amablemente; luego, pidió un taxi y más tarde al llegar a la zona comercial. Caminó animado, sin rumbo definido por varias calles y amplias e iluminadas avenidas con ganas de conocer el nuevo ambiente que sería su hábitat por los próximos meses, quizás años o para siempre. Estuvo por Collins Avenue, después fue a Kendall, pasando por el Kendall Medical Center, donde supuestamente trabajaba Mary Anne; era un gran edificio muy lujoso y moderno .En la recepción tuvo problemas para hacerse entender, porque la recepcionista, una joven rubia, alta y esbelta de ojos verdes, no hablaba nada de español. Preguntó por la esposa de su primo y la chica le dijo: – Allí no trabajaba nadie con ese nombre; algo que le extrañó y llamó su atención. Pensó, se trataba de una confusión y decidió no preocuparse más por eso.

Continuó caminando por las iluminadas calles de la gran ciudad. Las luminarias le parecían luciérnagas en la noche oscura. Estaba fascinado por las luces de neón, los altos edificios y deslumbrado con la riqueza exhibida en las vidrieras de las tiendas. Le atraía el lujo de los automóviles que circulaban por las principales avenidas y pensaba: “Qué maravilloso sería vivir aquí y disfrutar de este “paraíso”, en definitiva esto es mejor que el lugar de donde vengo, esto es “el primer mundo”, me quedaré aquí para toda mi vida; si, este es mi lugar.” Por la acera paseaban parejas de jóvenes alegres bien vestidos que compartían momentos de felicidad, visitando los sitios de diversión de la moderna urbe. El ambiente era muy alegre, cálido y festivo. Sentía que había llegado al lugar deseado en el momento oportuno, y que allí lograría todos sus sueños.

En su caminata se aproximó a un bar, donde un hombre de raza negra y alta estatura, sonriente le abrió la puerta. Entró al antro, con poca luz. Se sentó y ocupó una mesa ubicada en un rincón, pidió una cerveza. En ese momento notó que una bella mujer, sentada a la izquierda, lo miraba, de ojos grandes como dos luceros, labios carnosos y grandes senos como dos melones. Él se sintió atraído, se acercó, la saludó y se presentó, ella le regaló una bella sonrisa; se sentó frente a ella e inició una agradable conversación con una morena de origen latino; mientras se escuchaba la música caribeña al ritmo de la “salsa” . Las luces estaban bajas, un ambiente en penumbras se divertía con la mujer que dijo llamarse Verónica. Él tomaba cerveza y ella brandy. Él le preguntó: ¿Cómo eres?

  • – Le respondió: – Soy como la miel de abejas, quien me prueba no me deja.

Él sonrió.

El aire estaba contaminado por el humo de los fumadores de marihuana, olorcito al que ya comenzaba a acostumbrarse. El tiempo transcurrió alegremente y al filo de la medianoche, después de haber bailado durante varios minutos y haber tomado varios tragos, la atractiva mujer de mirada “eléctrica” y agradable voz; fácilmente se entendió con Carlos.

Ella tenía un acento extraño, producto de la mezcla de contactos con personas de diferentes países, lo que hacía su origen indescifrable y el momento más interesante. Él decidió hacer un avance, insinuándole sus intenciones de hacer el amor, con la suerte que le respondió positivamente. Subieron a la habitación, el galán tomó la iniciativa, se abrazaron y besaron. Él sintió un estremecimiento cuando ella le metió la lengua en la oreja, desesperado buscó en sus bolsillos un condón que no halló, lo había dejado en la casa de sus primos en una de las maletas. Ella le dijo: – Sin preservativos es mejor, no te preocupes, así se goza más, será más placentero. Muy excitado, la abrazó con fuerza y luego la besó apasionadamente.

Ella se desvistió con delicadeza y se acostó, mientras él se deslizaba sobre su cuerpo y la acariciaba con dulzura y pasión, besándole los senos y todas sus partes; penetrándola con fuerza, hasta llegar al éxtasis. Al finalizar, mientras se vestían y peinaban, Verónica le pidió unos ciento cincuenta dólares, le dijo: Es una ayuda, no vayas a pensar que soy una prostituta. El registró sus bolsillos hasta que encontró unos cien dólares, ella los aceptó de mala gana; mientras semidesnuda se veía en el espejo, agitaba su pelo, y se pintaba los labios, al mismo tiempo él se terminaba de vestir. Intrigado por saber de donde era , se lo preguntó sin ningún tipo de miramientos; le confesó que era de Barquisimeto, ciudad del occidente de Venezuela y residía desde ocho años en los EUA. Había vivido en diferentes ciudades, razón por lo cual perdió su acento original; agregó que trabajó como secretaria en su país de origen. Para su familia, ella era una secretaria ejecutiva en una gran empresa tras-nacional. Enviaba doscientos dólares mensuales para mantener, entre otros familiares, a su hijo menor de edad que vivía al cuidado de su abuela.

SINOPSIS

Es un thriller, transgenérico La novela trata sobre las aventuras y desventuras de diversas personas que conviven en los Estados Unidos, unos inmigrantes y otros nativos. Un inmigrante se tropezará con todo tipo de personas, el narcotráfico, la discriminación racial, con las bandas de delincuentes, con accidentes, etc. También tendrá sus alegrías, encontrará pareja y pasará buenos momentos, pero al final no logrará su objetivo, obtener la residencia y será deportado. Hará una reflexión sobre lo aprendido y aprenderá a amar más a su país.

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