Capítulo I
Nací y crecí entre chakales. Vengo de una colonia popular y familia sencilla. De niño siempre fui el más afeminado por lo que llamaba la atención de otros niños, pero me respetaban por mis hermanos que eran muy broncudos como se dice.
Mi primer chakal se llama Felipe, era mucho mayor que yo, él tenía 14 y yo 7 años. Era un adolescente musculoso y fuerte, siempre despeinado y con el pelo quemado de tanto andar al sol, pasaba el tiempo cazando pájaros con sus jaulas, con las que iba al monte por las mañanas. Pasaba por mí para que lo acompañara, a mi padre le parecía bien que fuera aprendiendo comportamientos masculinos para hacerme más viril… no funcionó.
Yo notaba que todo el tiempo se tocaba el pene, lo acomodaba, lo rascaba. Un día noté el bulto de su erección y me quedé mirando, él lo notó y me dijo: “lo tengo parao”. -¿cómo? –pregunté-. “Si, mira –señaló su erección- tengo ganas de hacerme una puñeta”. Yo sin saber que era le dije: “háztela”. Y sin más se abre el pantalón se la saca dejándome sorprendido, no había visto un pene erecto y con vello. Comenzó y mirándome dijo: “ayúdame”. Yo temblando pregunté ¿cómo? –“házmela así, con tu mano”. Me acerqué y seguí sus instrucciones, recuerdo que me sentía mareado y escuchaba el latido de mi corazón.
Escuché que respiraba y comenzaba a jadear. “Chúpamela”. -¿qué? –dije ya casi desmayándome-. “chúpame la verga, mira, abre tu boca y metes y sacas”. Me doblé, pero él me dijo: “no, híncate”. Cuando metí su pene en mi boca sentí por primera vez el sabor ocre de un pene el que aún sigo disfrutando sobre manera.: “abre bien tu boca, no me raspes con tus dientes”- tomó mi cabeza con las manos y comenzó a mostrarme el ritmo por unos minutos. La sacó de mi boca y los disparos de semen cayeron en mi mentón y mi pecho, los recogió con el dedo y se lo llevó a la boca, yo hice lo mismo, sonrío y nos quedamos en silencio. Yo nervioso y aún excitado y temeroso. Sabía que algo ya no sería igual para mi desde ese día.
Mirada braguetera.
Después de lo sucedido con Felipe, se despertó en mí una Inquietud por descubrir lo que había en las entrepiernas de todos los hombres a mí alrededor; niños y adultos. Me quedaba fijo tratando de imaginar cómo sería el pene de cada sujeto y su erección. En mi ingenuidad suponía que nadie lo notaría, después me daría cuenta de mi error.
Mi papá tenía un amigo de borrachera que era un hombre gigantesco y fornido cuya entrepierna llamaba poderosamente mi atención, en una ocasión escuché caer el chorro de su orina en la taza del baño con tanta potencia e intensidad que me inquieto o excitó que según recuerdo me produjo una intensa erección.
Una noche en las que acostumbraba quedarse a dormir la borrachera, ya de noche, no sé a qué hora de la noche o madrugada me despertó un ruido de gemidos, jadeos y bufidos intensos que venían del patio. Me asomé por la ventana asustado y enorme fue mi sorpresa de ver al amigo de padre follándose a mi tía, una solterona amargada y jodona, cuán enorme era, tumbado sobre ella quien se veía, pequeñita y sometida por el brutal embiste, no comprendía mucho de lo que estaba sucediendo, no obstante los gemidos de placer de mi tía me excitaron de tal manera que deseé estar en su lugar. Quería ver el pene, pero por la distancia, la obscuridad y la velocidad de sus movimientos no pude.
Me quede tan impresionado que al día siguiente en el desayuno además de notar la extrema alegría de mi tía, y caer en cuenta esos días raros en los que ella parecía feliz eran producto de alguna actividad sexual. Además de notar que los hombres, se tocan el pene, lo acomodan, lo rascan, y a veces simplemente ese movimiento como para asegurarse que aún sigue unido a sus cuerpos. Ahí nació mi mirada braguetera, la cual me ha abierto muchas entrepiernas y también me ha puesto en aprietos.
Fijamente trataba de observar y comparar la entrepierna del amigo de mi papá con el de mis hermanos, con el de mis compañeros de la escuela, mis vecinos, y cuánto sujeto se me atravesara en el camino, como hasta hoy en día. Era una ansiedad cuando ese sujeto llegaba a mi casa…
El amigo de papá
Ya que mi hoy difunto padre, tengo que admitir que era alcohólico, se embriagaba casi a diario cuando no diario, pues su amigo estaba en casa frecuentemente y con él una agitación y curiosidad secreta que simplemente me volvía loco. Tanto que trataba de espiarlo al orinar, ya que como todo machín en casa ajena se va para el patio para no ensuciar el baño y dar lata al ama de casa. Chakales pero considerados.
Un noche me levanté para ir al baño, al pasar por la sala lo vi dormido en el sofá, después de orinar regresé caminando despacio sin hacer ruido y me acerqué para mirarlo, dormía y roncaba con las piernas abiertas y sólo con una trusa ya que en Mérida hace mucho calor por las noches. Lo que más llamó mi atención fue su erección. La toqué con un dedo y la sentí rígida y observaba el vello que corría abundante de su ombligo y era cubierto por la tela tensa del calzón; los acaricié apenas rosando con los dedos hasta llegar a la punta, miraba su rostro para asegurarme que dormía. Me arrodillé. Yo temblaba como una gelatina. Un miedo intenso de ser descubierto me inundaba pero también una excitación poderosa.
Tomé valor para sacársela y una enorme sorpresa de ver tanto vello y sentirlo mullido a pesar de lo oscuro de la sala, ver esa verga, para mí fascinantemente gigantesca ha quedado como esos recuerdos que permanecen tan intensos en mi memoria. Acariciaba sin saber cómo hacerlo simplemente con los dedos, y sentí su enorme mano sujetando la mía sin poder liberarla. Él levanto la cabeza, amodorrado y tratando de entender la situación. Me miró extrañado y sorprendido; yo estaba aterrado y a punto de llorar: ¿qué haces? -me dijo susurrando-. Yo no podía responder del miedo y mi llanto estaba por brotar. ¿Te gusta? Dijo sentándose, pero sin soltar mi mano. Me abrazó –no llores, tranquilo no pasa nada, ven dijo poniéndose de pie y acomodándose la ropa. Creí que me llevaría con mis papás pero antes de cualquier cosa me cargó y me llevó al baño. Encendió la luz y aseguro la puerta, sin más se bajó la única prenda que traía dejando ver la verga que me había metido en tal aprieto, yo seguía temblando de miedo pero sin dejar de mirarlo. Orinó, y se la sacudió para después tocársela y acariciarla. –no te vayas a desmayar, a ver respira, respira cabrón, no pasa nada, a ver, ven acá, tócala si quieres, eso estabas haciendo ¿no? ¿Está grande? Mira como me la pusiste, no se lo voy a decir a nadie, tócala, los huevos también ¿habías visto una así?-. Negué con la cabeza sin decir nada y tocando aún con reserva pero por todos lados, no sé si lo era, pero para mí parecía gigantesca.
El comenzó a acariciarme el cabello, -ya vete a dormir –dijo mientras se la agarraba- ¿o quieres seguir? No le voy a decir a nadie, pero, a ver, ven mira, lámela con la lengua. Me quedé estupefacto pensando -¿cómo sabe lo de Felipe?-. Con tu lengua, ándale, sólo la punta. Y comenzó a masturbarse, se detuvo, ya más excitado –abre la boca; dijo poniéndose de pie,
- Híncate –y abrió las piernas flexionándolas para poner el pene a la altura de mi boca, la metí un poco y escuché el suspiro que me indicaba que era muy agradable para él, empujó suave y despacio unas cuantas veces. – No va a entrar, estás muy chico, me la voy a jalar, da vuelta, bájate el pantalón -, Giré tratando de mirar atrás y sentí esa manaza apretar mis nalgas. – Ha te lastimo si te la meto, ya me voy a venir, pon la mano-. Giré y toqué sus testículos y él puso su mano para recibir su propio semen –tómate esa madre- dijo bufando, pero estaba sorprendido del olor penetrante, pero lo aventó a la taza del baño. – No pendejo, no te lo tragues, se la limpió, se acomodó la trusa, y se agachó poniéndome entre sus piernas y tomándome entre los hombros. –No le voy a decir nada a nadie, pero tú tampoco le digas nada a nadie, cabrón no andes haciendo estas cosas porque un día va a salir un cabrón que, si te la meta y te va a lastimar, yo te la quería meter, pero eres el hijo de mi cuate. Tranquilo, cálmate, naciste así, si veo como me andas viendo la verga todo el tiempo, pero ahí está, ya me la conociste, ya, anda a dormir-. Salimos y me fui corriendo a dormir. Por la mañana me levanté sin saber si lo sucedido había sido un sueño extraño, a veces suelo preguntármelo. Él extrañamente no se había quedado a dormir, ¿por remordimiento?, nunca lo supe, pero me dio una fiebre que no me permitió ir a la escuela pero que no pasó a más, supongo que por la impresión. Lo cual me contrarió porque no me dejarían salir con Felipe…
Los amigos de Felipe
Salir con Felipe al monte para cazar pájaros se volvió una rutina diaria, alrededor de las tres de la tarde pasaba por mí con sus jaulas y con sus ansias adolescente, pero siempre era masturbarlo y hacerle un oral con deficiente técnica, entendiéndose que yo era un niño y él no tenía más experiencia que yo. Algunas veces me pidió verme las nalgas, tocarlas y untarles el pene, pero hasta ahí nada más.
Pero ocurrió un día que también nos acompañaría otro adolescente al que le decían “Cinco Mil”, nunca supe porque, y pasamos por otro más al que le decían simplemente flaco, todos con sus jaulas. Íbamos en bicicleta, yo no tenía, razón por la que iba delante en la bicicleta de Felipe, Noté que estaban demasiado bromistas con doble sentido y albures homosexuales, las risas malintencionadas me incomodaban, me sentía incómodo y con muchas ganas de reclamarle a Felipe el haber incluido a esos intrusos.
En un momento Cinco Mil dijo: pásamelo para que lo lleve. Felipe me dijo: “anda con Cinco Mil” obedecí sin más, él era igualmente robusto y musculoso como Felipe y de tez más clara, no llevaba camisa por lo que los pectorales y abdominales atraían la atención. Ya en el camino me dijo: “pégate más a mí para que maneje bien y al hacerlo acercó su rostro a mi cuello y su respiración en mi nuca me estremeció. Discretamente me susurró: ¿te gusta? Y ahorita que te meta la verga te va a gustar más. Me quedé estupefacto.
Ya en el monte, ellos colocaron sus trampas y los observé secretear con Felipe y señalarme demasiado. Nos apartamos para no ahuyentar a los pájaros que fueran a caer en las trampas.
Felipe me dijo: “vente, me la vas a chupar para que vean estos”, no dije nada porque si bien me sentía muy incómodo con los otros dos, la curiosidad de conocer sus penes era mayor, además que se la habían pasado tocándose todo el tiempo. Felipe se tumbó sobre la hierba y se la sacó, me arrodillé entre sus piernas y a gatas comencé a chupar pero atento a lo que los otros dos hacía o decía y que sin más ya se la sacaron también y comenzaron a masturbarse.
Cinco Mil ya excitado dijo con voz entrecortada: ¡verga! Termina Felipe para que me la mame también.
Espérate pendejo –respondió Felipe- a demás es mi putito y si quiero no te la mama, espera tu turno.
Sin decir nada Cinco Mil se arrodilló detrás de mí: “pues se la voy a meter –dijo mientras trataba de bajarme el pantalón-. Felipe tomó mi cabeza para aumentar la velocidad de mi mamada y al fin sentí el roce de un pene en mis nalgas, pero me sorprendió que Cinco Mil me escupiera el ano y simplemente me metió el dedo fuertemente, yo salté y grité por el dolor agudo. ¡Coño espérate que te la voy a meter! -¡no! Respondí subiéndome la ropa. –Déjalo, dijo Felipe- no lo vayas a lastimar y nos metamos en pedos, está chavito todavía.
Cinco Mil se acercó a mí con su pene que hasta ese momento pude observar, sorprendentemente curvo y cabezón, con las venas más hinchadas que las de Felipe, El Flaco no se detenía en su masturbación. –Chúpasela, dijo Felipe-. Obedecí. “Mámamela putito y luego te cojo” –dijo Cinco Mil mientras me tomaba la cabeza y embestía con fuerza, escuche bufar al Flaco: ¿te vas a vaciar Flaco? Que se la coma – masculló Cinco Mil, mientras Felipe se masturbaba tranquilamente sentado sobre una piedra. El Flaco se acercó tímido, su pene era delgado y terso y no tan oscuro como el de los otros, solo lo puse en mi boca cuando disparo el semen en mi mejilla, amablemente lo limpió con su camisa. -“No mames Felipe me lo quiero coger” –ni madres si no me lo he cogido yo, no te lo vas a coger, a ver, tráemelo aquí. Cinco Mil obedeció sentándome sobre Felipe, hasta ahora no habíamos hecho algo así, Felipe me dijo al oído: “solo te lo voy a untar, chúpasela para que ya nos vayamos”, Se la comencé a mamar mientras que Felipe me masajeaba el ano apenas con la punta del pene y sin decir nada sacó mi pequeño pene erecto: “te voy a hacer tu puñetita” Cinco Mil jadeó mientras apretaba mi cabeza contra su pene expulsando su semen en mi boca. Me atraganté y él rápidamente se subió el pantalón y se fue con el Flaco dejándonos solos, Felipe se tumbó de nuevo en la hierba y me acostó sobre él con el pene haciendo una ligera presión en mi ano y masturbándome, en un momento la oleada de placer precedente a mi primer orgasmo el cual me sorprendió, Felipe al percatarse me sujetó con un brazo sobre mi cintura, y al yo comenzar a jadear, empujó firme y continuamente la pelvis penetrándome apenas con el glande. Lo retiró rápidamente y me pidió ponerme a gatas mientras se masturbaba acariciando mis nalgas cuando al fin eyaculó en ellas y con una mano lo extendió sobre mi piel.
Sobra decir que todos los chicos de la colonia tuvieron conocimiento de esto lo cual me trajo repercusiones tanto positivas como negativas. Sabía que era grave lo que había sucedido, pero no tenía idea de cuánto mi vida iba a hacer de mi lo que soy.
Sinopsis
Novela basada en hechos reales que describe la experiencia de un niño indigente homosexual llamado SOL frente a un mundo hostil, machista, violento, con marginalidad económica en donde se adapta para sobrevivir y mantener intacta su humanidad persiguiendo el sueño de viajar a algún lugar en donde cree que su vida cambiará, padecerá violencia, abusos y la inclusión en el mundo de las drogas y la prostitución infantil hasta que el golpe de suerte le llega y por el cual apuesta todo.
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