SINOPSIS ELLA

ES LA HISTORIA DE ELLA, UNA CHICA COMO CUALQUIER OTRA CON SUS SUEÑOS E ILUSIONES, PERO NO ERA UNA CHICA MÁS HABIA ALGO QUE LA HACIA DIFERENTE Y UNICA , ELLA QUERIA IR MÁS ALLÁ Y ENFRENTAR LA VIDA, NO SE RESIGNA CON LO QUE EL DESTINO LE HABIA DEPARADO.EMPRENDE UNA REALIZACION Y EN ESA BUSQUDA SE ENCONTRARÁ A SI MISMA A TRAVES DE LOS AÑOS, Y ENCONTRARÁ EL SIGNIFICADO DEL AMOR QUE POR TANTO TIEMPO ANSIÓ DESDE SU INFANCIA EN AQUELLOS CUENTOS DE HADAS, PERO PRONTO DESCUBRIRÁ QUE LOS PRINCIPES SON SERES IRREALES INVEROSIMILES. AUN ASI NO PIERDE LA ESPERANZA DE VIVIR UNA GRAN HISTORIA DE AMOR. ES ASI QUE A TRAVES DE ESTAS PÁGINAS EL LECTOR PODRÁ IDENTIFICARSE CON CADA PENSAMIENTO Y PASO DE LA PROTAGONISTA. AL RELATAR CADA ACONTENCIMIENTO EN LOS MEJORES Y NOSTALGICOS AÑOS DE SU EXISTENCIA PODRÍA CONVERTIRSE O IMAGINAR SER UNA MADAME BOVARY EN PLENO SIGLO XXI O AQUELLA PENELOPE DE ODISEO, SER TODAS LAS HEROINAS TRAGICAS CONVERTIDAS EN UNA SOLA EN UN TIEMPO Y UN LUGAR REAL, EN SU TAN AMADO BUENOS AIRES, EN DONDE LOS SUEÑOS PODRÍAN CONVERTIRSE EN REALIDAD Y LA FATALIDAD IRRUMPE EN EL TRANSCURSO DEL RELATO, LO QUE LA HARÁ VOLVER A REPLANTEARSE EL SIGNIFICADO DEL SER Y DE TODO LO QUE LA RODEA. EN ESTA LUCHA :¿ÉL ESTARÁ A SU LADO? ¿CAMBIARÁ EL RUMBO DE LA PROTAGONISTA Y LOGRARÁN SER FELICES ALGUNA VEZ?

ELLA ES UNA NOVELA ROMANTICA UNA NOVELA SIMPLE Y A LA VEZ EXQUISITA CON UN LENGUAJE ACTUAL Y PERSONAJES QUE VAN COMPLETANDO LA TRAMA, PARA LAS QUE TODAVIA SUEÑAN CON ESE AMOR IDEAL, PURO, QUE TODO LO PUEDE TODO LO SUPERA, NARRADA DESDE LA VOZ DE UNA NIÑA CONVERTIDA EN MUJER CON LA MIRADA PUESTA EN EL RECUERDO DE LO QUE ALGUNA VEZ FUE, DE LO QUE PODRIA HABER SIDO Y DE LO QUE INEVITABLEMENTE SERÁ.



Todo empezó aquella mañana de primavera, el perfume a rosas invadía mi ser. Era una mañana cálida, templada de esas en donde pensás: ¡hoy va a ser un gran día! Y las ansias te despiertan renovada. Miré el reloj, eran las 9 a.m. todavía estaba a tiempo, tomé mi vestido azul de seda satinada estilo Jackie, me puse las sandalias que me había regalado él, el verano pasado, aun sentía el brillo de aquel día, agarré mi bolso y salí ilusionada a enfrentar la vida.

Mientras caminaba encontré aquel barcito en una esquina entre Cabrera y Medrano y entré. Era el paraíso entero encajado en un rincón; las imágenes se sucedían unas tras otras, las obras de arte reflejaban ese estilo bohemio de la ciudad, una biblioteca atesoraba la palabra quijotada, ejemplares gastados, amarillos vibraban junto a libros con esa fragancia a vida, ese olor a papel nuevo se impregnaba y evocaba una sonrisa en mi (la primera sonrisa del día). Decidí sentarme en la mesa de afuera para contemplar el ruido de la ciudad, los peatones corriendo para llegar a su destino, los autos zigzagueando sin rumbo alguno y no podía faltar el humo de aquel cigarro en mis labios, mientras esperaba una copa de Coca Cola, bocanada tras bocanada y mis ojos se perdían en la palabra del libro que tomé del paraíso encontrado. Era él, podía sentir como cada frase sucumbía mi ser, de repente ya no era una más en la ciudad, era yo en todo mi esplendor: “un cronopio contraluz, contratodo, contra cada cosa que los demás aceptan y tiene fuerza de ley” (1). En ese instante comprendí el sentido de mi existencia. Bebí el último trago que aguardaba ansioso ser bebido dentro de la copa, endulcé mis labios con esa coca fresca que había quedado ya sin gas; apagué el cigarrillo entre las cenizas arrojadas en la vereda y, para asegurarme que haya quedado apagado, pisé firmemente el filtro. Volví a dejar ese tesoro en su lugar y sin mirar atrás simplemente me fui.

El tiempo se esfumaba y yo seguía ahí observando la gente a mi alrededor desesperada amontonándose en la puerta del subte. ¿Qué más daba? No había más donde ir, subí como pude, aferrándome del pasamanos mientras sentía los empujones y codazos por todos lados, una vez dentro puse mi cara de ganadora, con la que siempre conseguía lo que me proponía y así fue que el señor que adormecía en el asiento con los lentes sobre la nariz, las manos tensas y arrugadas sostenían el diario Clarín, hizo un ademán con su boina verde y se levantó, solo atiné a sentarme antes de la lucha ´por quien llegaba al viejo y sucio asiento.

A lo lejos se escuchaba aquella melodía efímera y absurda, llena de melancolía que me remitía a viejos horizontes. De pronto suena una canción conocida, noté como mi rostro empezaba a expresar la emoción retenida muy dentro de mí. El olor a subte impactaba bajo el ventanal que rodeaba mi espalda, pero esta vez no me importaba, mientras la canción no terminara, el viento traspasaba mis cabellos y yo volví a reír.

Las puertas se abrieron en la parada siguiente, no recuerdo cuanto tiempo había pasado desde que había entrado en ese subte, sin embargo me encontraba a diez cuadras del Puerto. Encendí un cigarro y empecé a caminar dispersa por las calles y avenidas. Como de costumbre las baldosas empinadas y cruelmente transitadas, una vez más arremetieron mi sandalia y lentamente caí.

_! Ya está! -Dije dentro de mí, no puede ser y la tira de la sandalia se cortó, el taco se partió por la mitad. En ese instante dejaron de ser aquellas sandalias que guardaban mis esperanzas truncadas y pasaron a ser un mero par de sandalias ahora viejas y arruinadas. Con furia las arrojé al rio al grito de ¡NUNCA MÁS!

Pero ahora ¿qué iba a hacer? Descalza en plena ciudad, con los pelos revueltos, las rodillas raspadas y mi expresión de hastío que rondaba la locura.

-No voy a hacer un drama por un par de zapatos, no es el fin del mundo- pensé o quise imaginar. Y caminé como si nada, como si fuese la única mujer sobre la faz de la tierra, esa mujer a la que todos cruzan de calle para poder admirar, la mujer que rompe con los estandartes y deja una huella por donde va y con ese ímpetu proseguí mi camino. No me importaron las miradas penetrantes ni los comentarios o susurros de los extraños que pasaban a mi lado.: ¡SI! Estaba descalza ¿y qué? ERA FELIZ.

A veces pienso que nos hacemos tanto problema y cualquier y a la vez por todas las cosas que no nos damos cuenta, de las pequeñas cosas de la vida, de los grandes placeres cotidianos, como el tacto de mi pie en el asfalto caliente, luego en la hierba, en las ásperas piedritas de la calle. Con tantos problemas en el mundo hay que desestructurarse un poco y dejar que todo fluya. Pero en mi vida nada había permanecido inmutable y era esa calma y sensación de pertenencia la que yo tanto buscaba vanamente.

Me senté en el mismo banco de la plaza en el que solíamos ver como el tiempo se detenía, pero esta vez estaba en una profunda soledad, no podía dejar de pensar las últimas frases que resonaban en mi mente:

-¿Cuánto pesa el alma?, ¿qué se siente cuando ya no sientes nada?

Ese silencio ensordecedor se apoderó de mí y de la nada misma y a la vez de la unión de todas las cosas emerge una lágrima por mi mejilla, y entre suspiros dejé salir mi corazón atormentado de tanto dolor. No quería recordarlo pero no podía hacer otra cosa, no hay olvido suficiente que realmente borre lo que vivimos. Y de repente comprendí que había una cosa que realmente no me estaba prohibida. Cerré los ojos entre lágrimas que brotaban sin consuelo alguno y lo ví, vi su rostro tenue, .sus rulos negros que escondían sus ojos tristes, sus labios tapados por esa barba descomunal que tantas veces sentí en mis

labios. Era él, estaba ahí como tantas otras veces, su mano iba soltando la mia y paso a paso se alejaba dejando en mi un vacío existencial.

Las ráfagas del viento, las hojas cayendo de aquel viejo árbol hicieron que vuelva a la realidad. Una gota cayó sobre mi cien, fue ahí que volví a abrir los ojos, me ví en aquel banco solitario en medio de una tormenta que se avecinaba sin que pueda reaccionar a tiempo. Ya estaba empapada, mi vestido pegado al cuerpo, mis pies descalzos sentían el suelo como un mar congelado. Corrí con todo mí ser como nunca en mi vida corrí, la adrenalina empezaba a gustarme, me sentía viva nuevamente y solté una carcajada mientras la lluvia mojaba mi cara, que resplandecía en la tormenta. Era la heroína de los cuentos de hadas perdida en la gran ciudad corriendo en la adversidad, derrotando al enemigo.

Llegué como pude, saqué las llaves del bolso, abrí la puerta y me tire en la cama, estaba desintegrada y caí rendida en un sueño profundo.

Era un 17 de enero el fatal día en que el destino quiso que nos encontráramos en un mismo lugar a una misma hora, como si fuéramos un ser cortado en dos mitades y nuestro destino era unirnos o por lo menos así estaba escrito. El calor era insoportable, pero a mi me fascinaba el verano y, más los días como ese, en donde el sol impactaba en mi frente, recuerdo que tenía una pollera blanca corta que en esa época se estilaba usar con calzas debajo y arriba tenía una musculosa y un crop top (esas modas baratas que por suerte se esfumaron). Ya habíamos terminado loa secundaria y no tenía una meta a seguir, desde chica me fascinó el mundo de la ropa: la confección, el diseño, accesorios, los vestidos estilo princesa, el encaje, guipur, la seda. Pero todavía no era mi momento. Además acá no había donde estudiar diseño de moda, era literalmente “un pueblo de mierda” a lo sumo podías aspirar a estudiar abogacía, contador, gimnasia o inglés, todo eso que para mí no estaba dentro de lo que deseaba ser, y para poder triunfar tenía que viajar 80km al Instituto

de Diseño Piazza, todo un sueño difícil de alcanzar. Sin embargo, una ventana se abrió y un haz de luz hizo posible mi gran sueño.

Llegué, me inscribí y comencé la carrera en modas, la cual duraba tres años. Las primeras clases eran impactantes, las profesoras destacadas y compañeras de diferentes edades y contextos, pero pasado un mes me di cuenta que no era lo que esperaba; las tareas que teníamos eran observar Fashion Tv, investigar sobre diseñadores famosos, nos hicieron diseñar una cartera y un vestido ene se tiempo. Eso si me gustó, sin embargo nunca nos enseñaron el corte y confección, supuestamente había un salón de costura, el cual nunca presenciamos y todas mandaban a coser, cortar y armar sus diseños a lo cual yo pensaba:

-¿de qué sirve entonces cursar diseño si no nos preparan para la producción?

Desde niña dibujaba los patrones y figurines como un juego, luego como hobbie, junto con mi prima diseñábamos horas enteras, armábamos bocetos de lo que serían nuestros vestidos de novia, ella era cuatro años menor que yo, por lo que tuve que enseñarle a dibujar, a usar los lápices de diseño y a soltar la imaginación. Hasta habíamos hecho un pacto: yo me recibía de diseñadora y esperaba a que ella también lo hiciera y juntas pondríamos nuestro negocio propio y taller de modas, pero ese sueño quedó atrás, por cuestiones de que la vida me tenía preparada otra cosa. Ella siguió con la idea, estudió y se recibió de Diseñadora en Modas; armó su negocio, su taller y empezó a vender los diseños. Un gran logro que no pude realizar, sentí una tristeza y a la vez una gran felicidad al saber que una de las dos había cumplido su sueño.

Yo volví al pueblo después de ese mes de haber estado viajando a clases todos los días y todavía no sabía qué sería de mí.

Ese día caluroso lo conocí, habíamos ido como de costumbre con mis compañeros de secundario a su casa, porque él era hermano de Mélide, nuestra compañera. Estaba cpn mi botellita de Coca, un Marlboro Box, mientras caminábamos a su casa, que quedaba justo en frente del colegio.

Ella era Consuelo, que de consuelo no tenía nada, era una gran amiga, compañera y confidente que luego de tantas andanzas, cagadas de risa, papelones y salidas llenas de magia y locura, nos separamos sin ningún motivo; ella optó por estudiar no recuerdo qué carrera, la cual años después me enteré que la dejó y siguió arquitectura ( hasta el día de hoy 10 años después supe que sigue estudiando, ella afirma , jura y perjura que ya cursó toda la carrera, solo le quedan rendir los finales, habrá que ver cómo sigue si historia). La nostalgia se apodera de mí al recordar a Consuelo y su alegría máxima con que vivía el día a día, eso sí siempre había una copa de frisé de por medio, y las anécdotas de Pelusin (ese gato encantador al que todos adorábamos ¿Qué se habrá hecho?).

Llegamos a la casa, nos pusimos a charlar de la vida entre todos, qué rumbos seguiríamos, mientras planeábamos a qué rio ir a refrescarnos y pasar lo que quedaba de la tarde. Ya me había quedado sin cigarrillos y no me animaba a pedirle a él, que se encontraba en la galería también a un costado sentado en el sillón, con su paquete de Cammel 20. De pronto tocan la puerta y con mis compañeros abrimos: era una mina piel oscura, pelos negros retintos lacios hasta la altura del hombro, alta, larga como la flaca escopeta. Luego de fulminarla con la mirada le preguntamos que quería, y ella respondió que venía a buscar a su novio y no sé por qué pero se me ocurrió decirle que no estaba y que ya no era más su novio, que ahora era mi novio y que se fuera. Seguidamente le di un portazo en la cara, y las carcajadas estallaron todas juntas como un coro. Él atinó a levantarse de su trono y salió corriendo detrás de ella y mis compañeros decían que vaya a ver qué

pasaba y yo sin más que hacer fui detrás. Él se dio vuelta y fue la primera vez que escuché su voz y miré atentamente su rostro.

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