La caída de la aurora.

La caída de la aurora.

Su rostro se mostraba pensativo, en él se hacían presentes los pliegues que da la vida. Ahora, todos los martes se acercaba al café del Hotel Costa Rica a escribir una novela, la novela de su vida. Sus ojos brillaban con una luz intensa, casi tan intensa como cuando siendo jovencita viviera todas esas experiencias. Su mente se enfrascaba en vislumbrar el pasado, iba escribiendo con firmeza, con dolor, a veces casi con furia.

-I-

Lo amaba, por encima y ante todas las cosas. Nunca antes tuvo un novio, mucho menos un amante; era casi una niña. Sin embargo, poco a poco, conforme la relación con su novio se fue desarrollando, ella fue conociendo sensaciones. Cada noche sintiendo sus brazos y su cuerpo bajo sí, ella fue acumulando deseos que ambos compartían, pero que en aquella época eran inconfesables. Ella deseaba que la hiciera suya, deseaba entregarse a él y que ningún secreto entre su alma y su cuerpo quedaran ocultos a la mirada de aquel que consideró el amor de su vida.

Él al principio la miraba como una niña que debía cuidar y proteger de todo lo que le rodeaba, la sentía frágil y pequeña. Sin embargo, ella con el tiempo se le fue mostrando como una mujer que daba y esperaba.

-Bésame- ella lo besaba, sentada sobre él, con una pierna a un lado la otra al otro, pareciera como si estuviese entregando todas sus defensas, todos sus caminos. Lo sentía, firme, muy firme. Ella no sabía qué era, pero le causaba sinfín de sensaciones. – Bésame repetía- mientras sus partes íntimas se rozaban. Ella respiraba profundo, hondo ¡Tanto lo deseaba! Se abrazaban, él acariciaba sus senos, con suavidad, casi con ternura. Ella respiraba hondo, se acercaba cada vez más a un terreno desconocido, empezó a sentir como su vientre se retorcía en ligeros empujones, se liberaba, se liberaba…, respiraban ambos a la vez, hondo, profundo…pero de pronto, de un golpe se abrió la puerta, la tía Lucrecia los había pillado en pleno acercamiento sexual. Ella se asustó, tomó lugar al lado de él en el sillón, él se enderezó, jaló los vellos de su barba, como solía hacer cuando estaba nervioso.

La tía se fue, no dijo nada, se encaminó a conversar en la habitación con su madre. Luego se enteró de que no le había dicho nada a su mamá de lo que había llegado a ver. Ella se dio cuenta, que cuando su tía los pilló, ellos caminaban juntos al clímax, cosa que para ella era un misterio que siempre anheló sentir. Sin embargo, la emoción quedó cortada.

Se dijo que a veces las mejores cosas de la vida quedan ocultas como burlas del destino, como monstruos helados que se agolpan en las manos, luego de vivir emociones tan fuertes, tan confusas y sobretodo tan sorprendentes. Sus proyectos se habían visto frustrados, pero solo por el momento. Al día siguiente tendría que levantarse temprano para ir al colegio, debía madrugar y ya su padre la llamaba para que fuera a dormir.

A veces se preguntaba por qué no sentía remordimientos, ¿sería que en el fondo los juegos con su novio no tendrían nada malo y era la gente la que les daba esa connotación? Por supuesto, jamás se lo preguntaría a las monjas.

Al día siguiente tendría que dar una conferencia de matemáticas, en cuarto año las ecuaciones para ella eran la máxima excitación, por supuesto, después de su novio.

-II-

Estaba sentada en una hamaca, pensaba honda y profundamente. Siendo ella tan sociable y tan amiguera, últimamente se mostraba distante, buscaba aislarse y es que pensaba que tenía que tomar una decisión. Todas sus compañeras en el recreo jugaban básquet o volibol, a ella le gustaba también jugar, pero ahora necesitaba pensar.

¿Y si finalmente abandonáramos todos los temores y lo hiciéramos, calladitos, sin que nadie se diera cuenta? Sintió temor, estaba segura de que las monjas se lo notarían en la cara inmediatamente. Ellas sabían penetrar profundo en uno e interrogarlo hasta saber todo lo que uno se propone, pensó.

Así es que dejó de mecerse y decidió: lo harían al terminar el quinto año, cuando ella cumpliera los 18, él le llevaba 4 años. Ella en pocos minutos había tomado una decisión que marcaría por el resto de sus días su vida. Lo cierto es que nunca se preguntó si era él el compañero indicado para llevar adelante una relación más profunda, más comprometida, quizás porque no tenía la madurez para analizarlo. Ella sentía amarlo y decía, que lo seguiría hasta el fin del mundo.

Sus padres estaban contentos con su relación, lo consideraban a él un buen muchacho, serio, estudioso, con un buen futuro. No sabían que el bienestar material no es lo fundamental en una relación de pareja.

Lo cierto es que Amanda empezaba a despertar en un campo que nunca antes recorrió y no tenía absolutamente ninguna defensa ante la vida, ella creía hasta en el desconocido que le tocaba la puerta a pedir dinero, se dejaba ir, sin preguntar, sin dudar. En las relaciones personales se entregaba plenamente, en forma abierta entregaba su amistad y desgraciadamente, también su amor.

Pablo era un muchacho tímido, casi inseguro, Amanda también era su primera novia y él le dijo a ella que tampoco tenía ninguna experiencia en el amor. Ella estaba segura de que era cierto, porque él no sabía besar cuando buscó besarla por primera vez, juntos se abrieron a ese mundo, que para todo jovencito es un mundo de sorpresas, que si se sabe llevar puede ser maravilloso. Pero Pablo y Amanda no sabían que penetraban en terreno frágil, escabroso, desconocido y fallar en esto, cosa que ellos no sabían, podía significarles una gran pérdida humana, espiritual y física. Y es que somos los seres humanos un cúmulo de experiencias satisfactorias y negativas que dejan huella.

La relación de Amanda y Pablo habría de dejar profundas huellas a ambos.

-III-

Amanda amaba a sus padres, ellos se esforzaban por darle una buena educación y se proponían seriamente que ella, al salir del colegio, ingresara a la universidad, cosa que ninguno de ellos dos había logrado, entonces que ella estudiara era su sueño más preciado.

Sin embargo, ellos peleaban mucho, vivían en la misma casa, pero ya no compartían una vida en común, su relación se había roto desde mucho tiempo atrás. La hija no comprendía aquello y realmente a veces no sabía por quién tomar partido en los pleitos, los amaba tanto a ambos.

Su mamá era una mujer delicada, su familia en alguna época figuró en sociedad y lo contaba con complacencia a sus hijas, mientras que el esposo era un hombre de origen obrero, muy humilde, sencillo, pero también sumamente orgulloso. Estas diferencias habrían de marcar la vida de Amanda cuando ya llegara a dar sus primeros pasos en la universidad.

Tenía solo una hermanita de 10 años que ocupaba una buena parte de sus ratos libres. A pesar de que la adolescencia a veces no da tiempo para atender niños, Susy para ella era una niña fuera de serie, siempre curiosa y con una pregunta en la boca. Acostumbraba mirar mucho a Amanda y es que ella deseaba ya ser una muchacha y poder usar tacones, sostenes, maquillaje, todo lo que su hermana usaba y que ella tenía prohibido usar.

Susy fue la primera en usar el primer sostén que a Amanda le compraron, lo estrenó y se veía casi ridícula, con su pecho plano y aquel barullo de tela encima. Con esta travesura Amanda no se enojó, más bien rió hasta quedar sin aliento.

Ella solía entretenerla con juegos de mesa que desarrollaban su imaginación, le enseñó a jugar ajedrez, un juego que Amanda aprendió a jugar sola. Esperaba que Susy se convirtiera con el tiempo en una experta para jugarlo.

A veces las dos parecían niñas, jugaban juntas de muñecas y Amanda se retrotraía a aquellos tiempos, en que teniendo la edad de su hermanita, solo contaba con una muñeca rota para jugar, pues en la casa no sobraba el dinero para gastos superfluos.

A veces se abrazaban y se tiraban así juntas, en un revoltijo, al suelo; eran inseparables y se adoraban.

Un día Amanda rió muchísimo porque Susy llegó de la escuela muy sospechosa, pensativa y retraída. Ella no era así, por lo que le preguntó qué pasaba. La pequeña le contó que en la escuela le hablaron de que pronto sería una mujer y le vendría la menstruación; Amanda asintió, pero de seguido, Susy le dijo que en el parque, cuando esperaba el autobús, una compañera que tenía busto, le dijo que “a nosotras las mujeres nos viene la regla, pero dicen que lo que les viene a los hombres es aún peor”.- ¿Qué significa eso, Amanda?-señaló asustada.

Amanda soltó una risa que se escuchó a kilómetros probablemente, pero cuando fue a responder se dio cuenta que ella tampoco sabía, entonces la engañó diciéndole que la llevaría en diez minutos a comer un rico helado, que fuera a quitarse el uniforme de la escuela.

-IV-

Caminaba rápido, miraba a cada lado de reojo, algunas gotas de sudor corrían por su nariz, estaba oscuro, Amanda caminaba, no podía detenerse ni un momento, era un juego que le hacía liberar adrenalina a cántaros, la hacía sentir solo como se sentía con Pablo en otros momentos de su vida, esa liberación de adrenalina era lo más parecido a la emoción sentida cuando la tía Lucrecia los pillara en el sillón de la sala, era como revivir el principio de aquel orgasmo que nunca llegó a su fin. En el camino se encontró con dos jóvenes que la miraron detenidamente, los miró de reojo y apretó con fuerza aquella silla que había tomado de algún lugar, sin comprarla, sin el permiso de nadie, solo la había tomado respondiendo al llamado que les hiciera en el partido Danilo, él les dijo esa noche: “Vamos a recuperar” y recuperar era tomar sin permiso de nadie lo ajeno, que según el joven “le pertenecía al pueblo” y el pueblo en este caso eran los salones del partido, que se llenaban de muebles gracias a los jovencitos que utilizaban para realizar tal fechoría.

Amanda conoció a Danilo en la universidad, era un joven atractivo, al inicio se sintió atraída por él, pero luego, cuando éste buscó acercársele sentimentalmente, ella lo rechazó, como rechazaba a casi todos los muchachos que llegaron después de Pablo. No correría de nuevo el riesgo de que sus sentimientos fueran burlados como lo fueron antes, se haría fuerte, aunque para ello tuviera que dejar perdida su alma en el camino.

Danilo en una fiesta intentó besarla, pero ella bailó frente a él y se burló de sus intenciones. Desde entonces él nunca más lo intentó. Solo fueron compañeros por un tiempo del Partido de la Revolución Popular, una agrupación minúscula que ni siquiera tenía base electoral que la apoyara, pero que trataba de infiltrarse en la vida de los jovencitos que llegaban a la universidad llenos de ideales y en búsqueda de abrir sus horizontes.

Danilo al conocer a Amanda conversó largo y tendido sobre la vida de ella, sobre sus padres, sobre su hermanita, él le dijo que cuando nombraba a su hermanita se iluminaban sus ojos como “estrellitas que brillaban sobre una fuente”. Y así era, Susy seguía siendo todo para ella, pero ay del imbécil que un día intentara hacer lo que el dichoso Pablo había hecho con ella, ella le arrancaría uno a uno todos los dientes. Aquello todavía dolía, ya habían pasado dos años desde que cortaran su relación y aquello era como una herida sangrante en mitad de su corazón. Intentaba olvidarlo, entre las clases de Física que llevaba y las horas que pasaba jugando ping pon en el partido, la vida se le iba ya sin mucho sufrimiento.

Aquel día al entrar al partido con la silla, se encontró con Javier y le dijo: “la recuperé”, a lo que él asintió con una sonrisa. Luego llegó Danilo con Ricardo y cargaban entre los dos una hermosa mesa, que les serviría durante las clases de adoctrinamiento, cuando estudiaban El Manifiesto y El capital, las dos biblias de los marxistas.

Sus padres no sabían de sus andanzas y ella estaba segura de que si lo supieran sufrirían mucho, pues ellos no concordaban con aquellas doctrinas con que seducían a los jóvenes los comunistas.

Amanda empezaba a dar sus propios pasos sola y por supuesto, tropezaría algunas veces más.

-V-

Estaba sola en la estancia, ella no tenía hambre, pero con desgano comía un gran bistec que se extendía a lo largo de un plato, Pablo se lo ofreció y ella sin desearlo lo aceptó. El lugar era pequeño, estaba sola y sintió una ligera sensación de asfixia. En la pared colgaba el cuadro de un barco estacionado en bahía, posiblemente había extendido sus redes, en búsqueda del preciado atún que visitaba aquellas costas. Alejó estos importunos pensamientos y se preguntó qué se habría hecho Pablo, no lo escuchaba, tampoco escuchaba ninguna música, estaba sola comiendo y se sintió sola, muy sola, un escalofrío de temor asomó a su piel, no quiso preguntarse nada más.

Terminó de comer, se paró, sacudió su pantalón de mezclilla y su camiseta con dibujitos de Amor es…compartir con él un cesto de frutas. Se paró y fue a la habitación, pero lo que sus ojos vieron no la deslumbraron: -Esto no me está gustando- No me gustas Pablo-musitó, sin que de sus labios saliera una palabra.

Pablo estaba desnudo, totalmente desnudo parado frente a ella, Amanda nunca en su vida había visto a un hombre erecto, pero lo estaba y hasta ahora ni la había tocado.

Pudo decirle que no le gustaba comer sola, que estaba asustada, que la abrazara, pero en cambio se quedó callada, se dirigió a la cama, donde él se acercó a desnudarla, a ella nunca nadie la había visto desnuda, entonces sintió un profundo rechazo a lo que él intentaba, lo rechazaba, no quería que la mirara. Finalmente quedó desnuda a lo largo de la cama, no tenía miedo, tenía enojo, un enojo silencioso que no quiso mostrar, él no la abrazaba, no la besaba…,¿ qué se hizo su novio? Ella hubiera querido correr por el prado, enredarse en él, apasionadamente besarse en la boca como siempre lo habían hecho, pero él no hacía nada de eso. Solo estaba acostado ahí sobre ella.

Ella le dijo que le dolía, que no, que la dejara, él calladamente reposaba sobre ella, silenciosamente, no la acariciaba, dejó perdidos sus besos amorosos en la estancia en casa de sus padres. En aquel lugar odioso hasta la luz parecía parpadear mezquinamente sobre todas las esquinas.

Ella odió, profundamente odió aquel lugar que la había hecho despertar de sus sueños. Ya nada volvería a ser como antes. Con el tiempo, Amanda con más experiencia se dijo a sí misma o que Pablo era un imbécil que creía que ella llevaba camino recorrido o era un imbécil que no la amaba y la había llevado durante su primera vez hasta ese extremo de desilusión conscientemente.

Debía vestirse rápido, al día siguiente sería su graduación de quinto año y al menos- pensó- en la vida me queda una ilusión. Sin embargo, en el fondo sentía que seguía amándolo, que quizás en otra ocasión las cosas fueran diferentes, quizás él volvería a abrazarla, a besarla. Ella no entendía por qué separar sentimientos durante una relación sexual entre dos personas que llevaban años juntos y que se amaban, hasta ahora, con fervor.

El destino, a veces, sabe jugar sus cartas y no necesariamente a favor.

Imaginó al barco atunero del cuadro en la salita en pleno naufragio, como ella, se hundía lentamente, lentamente, con su rica carga de peces envueltos en las redes.

Llegó a casa y Susy se sorprendió porque Amanda la abrazó hondo, profundo, hasta quedar exhausta. Mañana sería otro día-se dijo.

SINOPSIS:

La novela La caída de la aurora se desenvuelve en los años 70, en un San José que empieza a ver los frutos de la industrialización, con sus consecuentes problemas de marginalidad en los centros urbanos y el deterioro de las condiciones sociales en las zonas rurales.

En este cuadro, Amanda, una joven adolescente, cuyo padre es un obrero y su madre una señora cuya familia un día fue parte de las clases sociales privilegiadas, se ve envuelta en una relación amorosa conflictiva. Su despertar sexual, lleno de dudas y de desconocimiento la llevan a una vorágine de sufrimiento y destrucción, a tal punto que su psicología, frágil y de gran sensibilidad, se ve comprometida y termina cayendo en crisis nerviosas sucesivas, que la llevan en varias ocasiones a ser internada en centros psiquiátricos.

Luego de la ruptura con su novio, vemos a Amanda tratando de levantarse de las ruinas en que quedó, pero de nuevo, vuelve a fijar sus esperanzas en la persona menos indicada: un joven de gran atractivo que es, sin embargo, adicto a las drogas. La relación con este joven, le significa a nuestro personaje principal un fuerte, duro tropiezo, es aquí donde tocará fondo y se verá envuelta en un ir y venir hacia los hospitales, donde vive experiencias fuera de serie, que en parte, se harán presentes en la novela.

Serán las alucinantes vivencias de Amanda en los hospitales psiquiátricos una muestra de una sociedad en ruptura, una sociedad que igual que nuestro personaje no sabe hacia dónde encaminar sus pasos, una sociedad que falsamente trata de encontrar la respuesta a todos sus problemas en soluciones mágicas, desprendidas de lo que es una verdadera espiritualidad.

Amanda es esa adolescente llena de sensibilidad que adolece de una formación, que incluya el conocimiento de su propia sexualidad. Ella tristemente recorre las calles de nuestra América Latina, de una Costa Rica que muestra una sociedad rota, una sociedad en su humanidad rota. Amanda es la adolescente triste que recorre nuestros días.

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