Reflexiones de la correctora de grafitis

Reflexiones de la correctora de grafitis

Gugu Bollati

07/02/2018

1


Entrar en los baños de la facultad de Filosofía y Letras puede ser una vivencia del tipo “situaciones límite” que originan el filosofar: la mugre escatológica pegada hasta en los rincones más insólitos, las puertas salidas de sus goznes, a veces con los picaportes rotos (de modo que quien no se anda con cuidado corre el peligro de quedarse ahí encerrado), las pérdidas de agua que convierten los cubículos en piletas de natación olímpicas para hormigas, las arañas de patas largas que disfrutan asentandose en los traseros desnudos de los desprevenidos visitantes… en fin, una larga lista de elementos indeseables que hacen de la cotidianidad del hacer pis una forma de poema épico. Y tal parece que en estas condiciones a los transeúntes de estos parajes les aflora la vena poético-filosófica, a juzgar por los diversos tipos de inscripciones, y a veces también algún inspirado dibujo, que se dejan ver en las paredes y puertas de estos mini-mundos.

Al atravesar el umbral de uno de estos microcosmos de la literatura popular universitaria Chuly recorre con esmero las paredes buscando nuevas anotaciones. En los últimos meses se ha puesto en la tarea de corregir, armada siempre con felpón verde, los errores ortográficos asentados para la posteridad por sus contemporáneas universitarias. Esta faena, aunque pareciera fácil, requiere de un gran sentido de la sensibilidad ortográfica, para no corregir, por ejemplo, una falta que hubiese sido escrita intencionadamente mal. Un problema similar se presenta específicamente en el caso de los nombres propios, que no siempre obedecen a las pautas ortográficas establecidas por la Real Academia, de lo cual la autoproclamada editora del legado popular, una tal Maria sin acento (mejor conocida como Chuly), tiene conocimiento en primera persona del singular. El esmerado recorrido de su mirada se detiene finalmente en un epitafio de autora desconocida:

Yace en este sitio el capitán sorete

quien pensando en la gran empresa que acomete

emprendiera un largo periplo por el ojete

y fuera a dar directo en el retrete.

Maria sin acento no es fan de las letras de esta índole y cree, de hecho, que no hay necesidad alguna de tanta vulgaridad. Pero si Joyce pudo describir las actividades de Ulises en el inodoro, por nombrar sólo un ejemplo, no hay razón para cortarle la inspiración a la poeta anónima, de la que bien podría destacar la buena ortografía y la ingeniosidad, poco usual en la literatura de baño. Terminados sus asuntos en el submundo de los cubículos sale hacia otra realidad existencial: la de los lavabos, donde las pérdidas de los grifos reproducen su propia versión de la música acuática. Chuly revuelve en su mochila hasta encontrar una jabonerita y después de lavarse exhaustivamente las manos, se seca con su toallita color rosa bordada de florcitas blancas, que tiene un borde de puntilla blanca en el extremo inferior. Con el segundo ritual finalizado, puede volver a su clase de consulta en la cátedra de Literatura Argentina.

Ser ayudante estudiantil no es una gran hazaña: a veces hay que realizar algunos trámites fáciles, pero el núcleo de las actividades consiste en asistir a las clases de la materia en cuestión y dar las consultas, es decir estar disponible para los estudiantes una determinada cantidad de horas por semana. Tiempo que en definitiva se vuelve horario de consulta solitaria, porque los estudiantes no tienen tanto interés en el asesoramiento de una compañera, y cuando lo tienen es para preguntar por el programa de la materia y los horarios de los docentes. Porque la motivación del estudiante parece ser, más que aprender, aprobar el examen, y la del docente, más que enseñar, acumular certificados. Y aquí es a donde nos estaría llevando el sistema universitario como fábrica de conocimientos: si alguna vez el conocimiento fue arte o si a alguien en la historia el saber lo hizo libre, hoy parece que aprender nos esclaviza, atándonos al sistema voraz del capitalismo… Aunque eso no es algo que un ayudante estudiantil pueda juzgar desde su minúsculo cargo en la jerarquía universitaria. Así se mueven los pensamientos de Chuly entre los pasillos de la facultad, mientras se infiltra en la muchedumbre juvenil que ríe y conversa, toma mate con galletitas en los merenderos, o le concede alguna porción de su almuerzo a los perros callejeros que tomaron por domicilio la casa de altos estudios.

A la hora de volver a casa hay que andarse con las antenitas de vinilo bien sintonizadas, no sea que un mal paso derive en la desgracia. La facultad se encuentra en el medio del parque, zona que a la siesta o por la noche puede ponerse bastante picante. Las historias de atracos en moto están a la orden del día, y para una mujer siempre se corre el riesgo de terminar, después de un secuestro, como un engranaje más en la cadena de esclavización sexual. Pero ese es un caso extremo. Más probable, pero no menos temible, es convertirse en víctima del acoso o, en su forma límite, de la violación. Porque en esa tierra olvidada de Dios la mujer existe en función del hombre: si se viste con ropa ligera, no lo hace para sobrevivir a las temperaturas del verano sino para provocar el deseo del hombre, porque su propia existencia no es más que un apéndice de la masculinidad (justificado en la costilla primordial) que el patriarcado ha de usar como le plazca.

En el retorno al hogar, siempre enredada en los miedos, ve Chuly las escenas de todos los días: los incipientes basurales del parque, un hombre golpeando a quien parece ser su esposa, los colectivos escupiendo su veneno negro en el viento, los grafitis en los paredones manchados de humedad… y la ortografía de los grafitis… ¡si tan sólo se pudiese hacer algo para hacer florecer ese paisaje demacrado! Sería lindo si alguien tuviese la fuerza y determinación para generar el cambio… y eso de los errores de ortografía que es algo tan insoportable, ¿por qué nadie hace nada?, aunque ¿qué podría hacerse? Entonces, en su universo casi abúlico surge un proyecto más grande: si hasta ahora he revisado las anotaciones sólo en la facultad, voy a convertirme en la correctora ortográfica autoproclamada de la literatura popular plasmada en las paredes de la ciudad.

Y con esta determinación compra en la pinturería de la esquina su primer lata de aerosol verde, para empezar enseguida con su nueva aspiración revolucionaria.

SINOPSIS

A medida que Chuly va desarrollando su nuevo proyecto se van develando en el relato las situaciones (de violencia, alegrías, historias insólitas, etc) del día a día en su ciudad. En una de sus excursiones de corrección es sorprendida por otra chica, aproximadamente de su edad, con la que irá entablando lentamente una relación. Pero ¿podría desarrollarse una historia entre ellas en el seno de una sociedad tradicional y machista? Se tratará en definitiva de un proceso de descubrimiento de sí y de conexión con el otro, que dará lugar a un proceso posterior de búsqueda de un lugar en esa sociedad que se opone a sus determinaciones personales. El relato estará marcado por las reflexiones de la protagonista sobre diferentes temas (como se ve ya en el borrador del primer capítulo) que se entretejen con la voz del narrador.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS