Sinopsis.
«Y de repente, ya no era la gravedad la que la mantenía con los pies sobre la tierra, sino, la sed de sangre…el anhelo de la venganza.»
Alexia Roose Luna decide tomar venganza con sus propias manos, cuando cometen necrofilia con su mejor amigo. Pertenecer a la Mafia Roja la hace ser más fuerte, física y mentalmente, no obstante, solo es otra adolescente con demasiados sentimientos encontrados.
Su juego da inicio, y las piezas comienzan a moverse, peón por peón se van eliminando. Sin embargo, no contó con la opción de terminar enamorándose de uno de los hijos de su víctima. Aterrada por los sentimientos que comenzaba a tener, huye de él, y corta todo tipo de conexión con el chico. No obstante, por más que lo intente, sus sentimientos aumentan, lo cual desata un lado que ella había olvidado que tenía, el humanista. Encontrando al amor en tiempos de guerra.
En la vida y el mundo real muchas veces el demonio puede procrear hermosos herederos, y él, en definitiva, es una perfecta maravilla digna de ser observada, digna de amar, y digna de temer.
Considerando que ha iniciado una cacería en dónde más de uno saldrá perjudicado, ella sigue adelante mientras reprime todo tipo de sentimientos. Pero existe una delgada línea que separa, ser el cazador y pasar a ser la presa, y ella ya lo ha cruzado.
Cuando el gran Pakhan Ruso, Nickolais Ivanov, decide ir tras de ella, y a atacar de la misma sangrienta forma en la que ella lo hace, sin ser consciente que su mayor enemigo, duerme y come bajo su mismo techo.
«En la vida y el mundo real, el pequeño hombre con cuerno y cola que más daño te hace, muchas veces puede ser el que come y vive bajo tú mismo techo. Puede llevar tu propia sangre o simplemente puede tener el apodo de… mejor amigo.»
I.
El despertar del diablo.
Ellos no quieren que actúes de cierta manera. Ellos no quieren que pienses de cierta manera. Porque así eres fácil de entender. Porque así, No supones una amenaza para ellos.
Septiembre 09 del 2013.
«Nickolais por favor detente, por favor» suplicaba entre lágrimas, el acento ruso provocándole rodar cada vocal.
El hombre robusto con cabellera cobriza y toques blanquecinos dirigió sus ojos negros sin expresión alguna, posándolos en ella enviándole unas series de escalofríos helándole hasta los huesos.
«¿Qué te he dicho sobre hacer amigos?» su gutural voz usando el mismo idioma se hizo escuchar. «¿Qué te he dicho?» repitió cuando la adolescente bajó su rostro. Hizo un leve mohín con sus labios en un intento de detener el brote de sus lágrimas.
«Que no debe encariñarme con nadie, que…» su voz se quebró «que el amor te hacen débil» dejó escapar una leve gemido.
«Bien, ¿y porque mierda tú estás haciendo amigos?» habló despacio. Tan escalofriante la forma en la que su voz podía escucharse tan apaciguadora y amenazadora. La manera en la que está a punto de pegarte un tiro y volarle sesos, sin embargo, mantiene su compostura relajada.
«Él ha sido amable conmigo» murmura. «Déjalo ir por favor. Prometo que no lo veré nunca más… solo déjalo ir» suplica. Las palabras salían atropellando la anterior.
«Suéltenlo» demandó. El joven de cabellera rojiza y ojos grisáceos cayó al suelo como un saco de patatas. Su cuerpo con demasiadas marcas violáceas y rastros de sangre seca.
«Kevin» murmuro en inglés, movía su cuerpo de un lado a otro en un intento de liberarse de aquellas cadenas. «Por favor, vete de aquí, vamos Kevin, arriba» suplicaba desesperada. El cambio de idioma hizo que el robusto ruso hiciera una mueca.
«No… no puedo» dijo entre suspiros el nombrado, intentando apoyarse en sus manos, sin embargo sus débiles y golpeados brazos no tuvieron la fuerza suficiente para permitírselo, haciendo que vuelva a caer al suelo.
«Tienes que irte» suplicó, escuchó como su voz volvía a entrecortar por las lágrimas. Sorbió su nariz audiblemente, sus ojos marrones posados en él con desespero deleitando al Pakhan.
«No puedo dejarte aquí» murmuraba en un susurro agotado. Su cuerpo temblaba sobre el frío pavimento de concreto húmedo.
«Olvídate de mí Kevin, sal de aquí y salva tu vida» insistía impaciente. Ella estaba consciente de que si no salía de aquí, jamás saldría. Incluso estuvo consciente de que hacer amigos extranjeros le traería repercusiones, no obstante, no le importó en lo absoluto, él siempre hizo que se sintiera normal. Ellos hacían que ella fuera una simple adolescente, aunque, viviendo en una casa llena de inhumanos.
«No» negó con su cabeza. «No puedo dejarte aquí» Alexia suspiró cansada de su testarudez, y buscó con la mirada a Nickolais.
«Nickolais, déjalo ir, por favor» volvió a cambiar de idioma. Olvidando la conversación, sabía que él jamás iba a dejarla. El ruso sonríe mostrando una hilera de dientes dorados.
«¿Qué gano yo a cambio?» Nickolais elevó una mano llena de anillos de oro macizo y se auto señaló con una sonrisa petulante e divertida. Él amaba que le rogaran, que se arrodillaran y le besaran los pies. Era su parte favorita del trabajo, sin olvidar, arrancarles la vida a ineptos que no respetan su estatus en máfiya.
«Haré lo que quieras, solo déjalo ir» dijo rendida. Sabía que él no lo dejaría ir, Kevin sabía demasiado, no obstante, su lado humanista y esperanzador rogaba que Nick lo liberara y que se olvidara del asunto.
Giró sobre su eje posando la vista en cada una de las personas que estaban en ese lugar. Sonrió ampliamente «Saquen a éste bastardo bueno para nada de aquí» ordena. Dos hombre vestidos totalmente de negro, toman al joven por ambos brazos y caminan a paso lento hacía la exorbitante puerta de madera pulida. Nick vuelve a girar abruptamente sobre sus talones desvainando su arma y sin pudor alguno apretó el gatillo.
«¡NO!» El desgarrador grito brotó de su garganta alargando la única vocal, cuando el sonido de un cañón se escuchó y el cuerpo de Kevin caía desplomado sobre el sucio e frío suelo. El olor a pólvora llego a sus fosas nasales haciendo que haga una mueca. Lloraba, gritaba y forcejeaba con las cadenas en un intento de soltarse para ir a la ayuda de su amigo caído; no paso mucho cuando su cuerpo se rodeó de un charco de sangre. «Dijiste que lo dejarías ir» dijo rendida con su cabeza colgando mirando sus pies, sus cabellos húmedos por el agua salada que brotaba de sus poros caía desordenadamente sobre su frente evitando que se notara la lágrimas que corrían por sus mejillas.
«¿De mi boca alguna vez salió que lo dejaría ir?» pregunto levantando su voz. Los presentes negaron con su cabeza serios, aunque sus rasgos mostraban un poco de diversión. El deleite en ellos resultaba repugnante. La forma en la que disfrutaban de las desgracias ajenas, el hacer sufrir a alguien insignificante y ver cómo la esperanza abandonaba sus ojos para finalmente darse por vencidos.
La impotencia, rabia y frustración invadió cada músculo de su diminuto cuerpo. Quería gritar hasta que sus cuerdas vocales explotaran, llorar hasta que sus ojos se sequen y golpear las paredes hasta que sus manos se destrocen. Deseaba dejarse caer al lado del charco de sangre y golpear su cuerpo inerte para que despierte y que no la abandone en éste absurdo mundo lleno de inhumanos en donde se había sumergido por accidente. Gritarle y hamaquear su cuerpo para que se la lleve a ella también. Se fue sin decirle que lo amaba y que él y su novio habían sido los mejores amigos que jamás podrá tener, que han sido la luz que la devolvía a salvo a casa. Ella jamás se los dijo, por miedo, ese asqueroso sentimiento insignificante que paraliza a muchos y que los priva de decir lo que realmente siente por terror a ser rechazados.
«¿Por qué no nos divertimos un poco más?» pregunto con una sonrisa el Phakan. «Alvaro, ven aquí perro» Nickolais habló demandante. Una maligna sonrisa invadió su rostro. «¿A ti se te apetece un culo bonito y gringo?» Preguntó. El nombrado sonrió dejando el arma sobre la mesa de cristal y camino hacia él.
«Por favor no» suplico nuevamente. «Nickolais, no por favor» repetía una y otra vez sabiendo que se aproximaba.
El hombre barrigón con un prominente bigote, ojos negros azabache, mandíbula cuadrada, su morena piel marcada por una larga línea blanquecina inclinada con toques rosados claro, marcaba su rostro. Caminó hacía el inerte cuerpo y se arrodilló posándose sobre él, inclinando su cuerpo hacia adelante, lo olió; el sonido de sus fosas nasales aspirando se escuchó fuerte y claro. El asco comenzaba a invadirla, y esas exorbitantes ganas de vomitar la estaban asesinando; la bilis comenzaba a quemar su garganta y sus ojos ardían por llorar demasiado.
«Delicioso» murmuro él con voz ronca y una sonrisa plasmada en su rosto, nunca alejando el rostro del cuello de Kevin.
«Bonito ¿verdad?» preguntó Nickolais ya sentado de piernas cruzadas sobre una silla de madera pulida.
«Si señor» responde éste sin moverse.
«Soy un alma muy caritativa y buena, dejaré que seas el primero en cogerte a ese culo bonito gringo» Habló despacio abriendo sus brazos con gratitud y bondad en su mano izquierda aun sostenía la nueve milímetro de oro con aquel símbolo representativo del cartel; estrella de cinco puntas.
«No, no, no, por favor no, eso no, por favor» chillaba Alexia removiéndose entre las cadenas. Sus muñecas y tobillos ardían en donde los objetos de metal rosaban. La camisa holgada se ajustaba a su cuerpo por el exceso de sudor que brotaba de sus poros, los largos mechones de su cabellera castaña húmeda caían desordenadamente sobre su rostro, pegándose a sus mejillas e frente por el agua salina.
«Linda, estúpida e inocente Alexia Roose Luna» Nickolais se colocó de pies negando con su cabeza haciendo sonidos con su boca de manera desaprobatoria aproximándose hacia ella. «El amor te hace débil, el amor» chasqueo su lengua haciendo un sonido de disparo llevando el arma a su sien «te mata» susurro acercando su rostro al suyo. Finalmente giró sobre sus talones y se dejó caer en aquel gigantesco sillón de metal puro y oro macizo, tal y como un rey lo haría.«Alvaro, puedes comenzar» ordenó haciendo un ademan con su gruesa mano llena de anillos de oro. «Tómenle la cabeza, quiero que lo vea todo» volvió a ordenar cuando Alexia bajó su cabeza; evitando la escena que se aproximaba. Las manos delgadas y llenas de cayos de unos de los títeres de Nickolais tomaron su cabeza. «Alexia… abre los ojos no me obligues a tomar medidas drásticas, puta» en lastimeros sollozos la nombrada obedeció.
Con las lágrimas corriendo por sus mejillas, y las manos del desconocido a cada lado de su mandíbula evitando que desvié la mirada de la escena. Observó a Alvaro pasar su lengua por el cuello de Kevin, gimiendo con desespero desgarró la ropa, el inerte cuerpo estaba completamente desnudo, aún sobre el charco de sangre, siendo expuesto delante aquellos barbaros e inhumanos ojos. Pasaba rústicamente sus manos por sus brazos, piernas, torso, pecho, caderas, y finalmente su pene.
Con un asqueroso desespero Alvaro liberó su erecto miembro y en un movimiento brusco y rápido giró la anatomía del chico. Apretó ambos glúteos dejando la marca de sus gigantescas manos en ellas. Las separó y sin pudor alguno lo penetró. Sin esperar demasiado comenzó a moverse, empujones duros y sin compasión, los gemidos y chapoteos cuando su cuerpo impactaba con el otro, llenó toda la habitación.
Unas cuantas embestidas más bastó para que el semen de Alvaro corriera entre los glúteos de Kevin. El hombre se apartó del cuerpo, subiendo sus pantalones y abrochando los botones, sin molestarse en darle otra mirada más.
«Gregor, tu turno» la voz de Nickolais se hizo escuchar nuevamente. El nombrado sonrió y caminó a paso rápido, bajando su pantalón y repitiendo las acciones de Alvaro.
Alexia miraba en silencio, sus ojos rojos e hinchados por llorar, grababa cada uno de las facciones de los presentes en esa habitación. Dieciocho contó, cada uno de ellos toco la anatomía de su amigo, alejando la poca humanidad que conservaba.
La cacería ha comenzado.
Los demonios exigen un infierno más grande que éste.
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