Cuarta versión de Judas

Cuarta versión de Judas

4 Aplausos

34 Puntos

55 Lecturas

Parece que se va haciendo costumbre el entregar las cosas a último minuto, ¿no? Dicen que el ser humano es un animal de hábitos. De todas formas, esta historia me la contó un amigo (le había pasado cuándo tenía 5 años más o menos):

«En la clase siempre nos sentábamos juntos Paolo, Rodolfo, Juan y yo. Éramos los mejores amigos, sobre todo Paolo y yo. Íbamos juntos en el expreso a la salida, y siempre nos inventábamos las mejores historias junto a Jorgito.

Un día la profesora de plástica se le ocurrió hacer un trabajo en grupo. Al principio yo iba a juntarme con mis panas de siempre. Sin embargo, Fernando decidió ofrecerme un pedazo de hotdog si me unía al suyo. Ese momento fue extraño, pues sinceramente quería permanecer con mis amigos, pero el hotdog calientito y recién hecho en el bar El primo se me hicieron muy tentadores.

¿Aceptar o no aceptar? No me llevaba muy bien con Fernando y sus amigos, pero decidí que igual me apetecía. Y así lo hice. Los primeros minutos transcurrieron relativamente bien. No obstante, a medida que avanzábamos en recortar las cartulinas en rectángulos sentí una sensación extraña. Era como ser extranjero en una tierra lejana. Sentía una terrible quemazón por dentro. Ya no quería estar ahí. Quizá esto era lo que Hegel quería decir con “alienación”.

—Oye, ¿estás bien? Te noto algo raro —dijo Fernando.

—Estoy bien, solo que este trabajo es muy aburrido —respondí.

Y el tiempo del trabajo llegó a su fin. Volví con mis “amigos”.

—¿Cómo estamos? —dijo con mucha timidez y con la cola entre las patas.

—Todo bien, Fabián —dijo Paolo con una frialdad como de congelador.

Años más tarde, mientras leía el canto XXXIII de la Comedia, caí en la cuenta de que había valido papaya ese día. No, mentira: me dí cuenta después de regresar con mis amigos, tampoco soy tan tonto».

Puntúalo

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS