¿Cómo saber la fecha o el tiempo en que la guerra domina el territorio donde muchas familias habitan y donde las miradas inocentes son las que dan color a un mundo mejor? Yo soy Juan. Una mañana lluviosa y gris, vi como la gente corría y le pregunté a mi mamá si ellos estaban jugando. Mi madre respondió: «Corre, hijo, y nunca olvides que tu mirada es inocente y debes tenerla siempre». Yo entendí que no era un juego. Corrí lo más rápido que pude, pero los malos me alcanzaron. Me obligaron a tener trato con ellos, a manejar armas y a no tenerle miedo a la muerte.
Estuve cinco años con ellos. Los años fueron eternos para mí, donde muchos inocentes murieron y cada vez que veía eso, mi mirada inocente se iba desapareciendo. Escapé de ese oscuro lugar. No fue fácil. Viví la mayoría de mi adolescencia solo y busqué la manera de sobrevivir en este mundo cruel. Acepté la realidad de que mi mamá estaba muerta y, al solo hecho de recordar su última mirada, eso me desgarró el alma.
Tengo veinte años y aún recuerdo este sufrimiento, y que me dejó trauma en el alma. Pero mi mirada inocente, aunque pasen los años, aún no ha desaparecido. Ahí me di cuenta de que hay vida después de la guerra.
La infancia ha sido la más afectada en estos últimos tiempos, donde la vida civil está de por medio de la guerra, dejando centenares de hijos huérfanos, viudas y padres que nunca jamás volverán a saber de sus hijos.
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