Son las doce y bajo corriendo por la calle Alta desde el colegio hasta nuestra casa. Debo llevarle comida a padre al monte, por los alcuerces. Va camino del puerto, despacio, al ritmo del rebaño. Comerá en la cruz cubierta.
Han empezado a construir la presa. Dice padre que no la verá rebosar de agua y los jóvenes emigraremos. En la familia somos unas cuantas bocas y viene bien que los ingenieros, guardias y presos se acerquen a comprar huevos o a pagar por un plato caliente. No nos sobra comida, nos falta el dinero.
-Come con tu padre y no vuelvas corriendo para ir a la misa. Mañana se lo explicaré a don Santiago.
Tampoco pensaba correr, preferiría quedarme con él y no volver hasta el otoño. Los libros no van conmigo, tampoco los cuadernos. No quiero labrarme un futuro de seminario y magisterio. No soy como el pastorcillo del amo Laguna, siempre con un periódico viejo, una tablilla y un lapicero. Voy a verlo al monte en verano. Mientras se queda a la sombra, cojo cangrejos, busco las madrigueras o los cados de los jabalís. Entrado el mes de agosto moras y frambuesas.
Lleno una bota de vino y paso por la fuente. Pese al recado padre habrá hecho migas. Madre lo sabe, en la cesta hay un melón enano. Subo al galope. Cuando el sol pase junto a la ermita el caldero estará caliente. Puedo oler el sebo traído por las bocanadas de aire del barranco.
Me cruzo con los del pantano. Bajan al pueblo. Por ahorrarse el viaje preguntan por lo que llevo y me hacen una oferta por darle más trabajo a mis piernas. Oídas mis viandas saben que no pueden comprar la felicidad de mi pobreza. Liebre escabechada, si tienen suerte algo quedará en casa. Se despiden y me relatan haber escuchado a padre pasando entre la luna llena y el alba.
Tras ellos diviso dos guardias. Parecen nerviosos. También me detienen pero su pregunta es otra. Respondo desde la ignorancia y me advierten:
-Zagal, ten cuidado. Anda por el sol vigilando tu espalda.
Encuentro el rebaño desperdigado. Los perros están ahorcados de una rama. Padre se desangra amordazado y atado bajo otro árbol. Sus ojos tienen miedo. En ellos leo “vete” mientras me indican donde está la muerte.
Voy a jugar con la sombra.
-¿Piedra, zurrón o navaja?
-(Piedra).
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