Con los ojos largos de recuerdos, una incipiente calvicie, Alejandro, sentado sobre una roca cerca del rio.
Rompía el silencio el canto de los grillos y el lejano sonido del agua al pasar sobre las rocas del río. El cuerpo inmóvil, su mente a cincuenta años atrás.
«Esa noche fue la primera de su vida. Vestida de estrellas, su corazón latía a mil. Ella, más avezada, sabía lo que quería y cómo conseguirlo, solo el río, las estrellas y los grillos fueron testigos».
Despertó al amanecer. La hierba aplastada a su lado decía que no había sido un sueño, el olor a mujer en su cuerpo avisaba que ya no era doncel.
A cincuenta años de aquel encuentro, nunca más supo de esa mujer, hoy añorando aquel momento. Alejandro sentado en esa roca dejó volar su imaginación,
Tantas aventuras vividas, ninguna como aquella de su primera vez.
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