Giuseppe corría por la casa todo el día, parecía no agotarse nunca su energía. Era un niño desgastante para sus padres, quienes no encontraban la manera de mantenerlo quieto con algún juego o entretención. A veces, se sentían impotentes ante la hiperactividad de su hijo al no saber cómo afrontarlo. Cada día crecía su vigor y parecía no detenerse ni tener fin. Su presencia en el hogar no pasaba desapercibida. Hasta las crías de la gata corrían despavoridos por el patio intentando trepar al techo, en vano, y eran presa fácil para él.
Un día, decidieron regalarle una patineta para ver si con ello lograban bajarle un tanto las revoluciones de su agobiante actividad diaria. Tras esto, y una vez confiados en su práctica y dominio del equilibrio que requirió el aprendizaje, su padre le forzó a salir fuera de casa y a patinar sobre la vereda, lugar extraño y desconocido aún para el pequeño, que no la habituaba.
El padre le acompañó esa primera vez hasta la calle, sorprendido de verlo ansioso, pero muy silencioso, se mostraba algo nervioso y su inesperada mudez le delataba. Con grandes ojos observaba todo el panorama alrededor que se le presentaba, del cual poco se había percatado. Existía ese otro universo allí afuera al que jamás había salido a jugar siquiera. Miraba con detenimiento cada punto con cierto recelo, era un mundo nuevo para él, ante sus ojos; un sentimiento de temor le invadió en ese instante, los recuerdos de tantos juguetes que le aguardaban dentro y ese confort inigualable del hogar le vinieron a la mente, y le hicieron desear volver a su refugio. Volteó la vista hacia atrás por un segundo y todos los gatos le contemplaban desde el tejado, como si le despidieran.
Mientras cavilaba, de repente se percató de una linda chica que patinaba enfrente y que le veía con ansias hacía un momento, esperando a verle andar junto a su skate. Su corazón se paralizó, luego oyó retomar sus latidos con más fuerza. Giuseppe se sonrojó, miró a su padre quien le fortaleció con una sonrisa que le instó a abrirse camino, tomó aire profundo y se lanzó sobre la patineta, decidido a conquistar la calle y a la chiquilla más hermosa que acababa de descubrir y que conocería al rato… Nunca más dejó la calle, se enamoró y olvidó sus juegos en casa.
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