El Significado del no

El Significado del no

Marian

27/01/2025

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Cuando nació mi hermano, aprendí a ser invisible. Tal vez, si era lo suficientemente obediente, mamá me miraría con alegría. Así, siempre la ayudé: a veces por amor, otras por costumbre y, sobre todo, porque su felicidad mantenía la casa en calma.

Recuerdo que, a mis nueve años, la vi llorar en la cocina. Me dijo que se iba a separar de mi padre. Le alcancé un vaso de agua y le pedí que no se preocupara. Desde entonces, sostuve su mundo, aunque el mío quedara en segundo plano.

Mamá cambió: se volvió más frágil y, a la vez, más impositiva. Luego de un año de matrimonio, había echado a su marido de la casa y se distanciaron por dos semanas. Durante ese tiempo, hice todo lo posible por consolarla y darle apoyo. Entonces, una mañana de domingo, me contó su nuevo plan:

—Vamos a volver a intentarlo —dijo, con los ojos brillantes—, pero alquilaremos en otro lugar. Necesito tu ayuda económica cada mes para el alquiler. Así me sentiré más segura de mi decisión.

La primera parte me entusiasmó, pero la última me hizo apretar los dientes. No solo se trataba del costo de la ayuda económica, sino de que, una vez más, me ponía en la situación de tener que cumplir con sus deseos. Desde niña pensaba que, si mi madre no aprobaba todo lo que hacía, me volvería invisible para ella, y ese miedo me llevó a olvidar mis propios límites con tal de complacerla.

Entonces conecté las piezas del rompecabezas que llevaba guardadas: necesitaba ser fiel a mí misma. Yo no era un objeto de pertenencia. Y, en el reflejo del espejo, quiero ver mis propios deseos cumplidos, aunque eso le pese a mi madre. Ahí supe que debía responder.

—No —dije con firmeza.

Ella se sorprendió. No tardó en buscar motivos para que cambiara de opinión, pero mi decisión era definitiva. Ninguna de sus objeciones logró quebrarme.

En la cocina, la culpa hizo brotar lágrimas de mis ojos, pero el alivio en mi espalda me reconfortaba. Al levantar el vaso de agua, sentí por primera vez que aliviaba mi propia sed. Miré mi reflejo en la ventana y ya no me vi invisible. Me vi plena.

Y, por primera vez, entendí que decir “no” también es una forma de decirle “sí” a mi propia vida.

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