EL SUCESO

Nunca más volvió a pasarle. Fue un suceso efímero. Estaba la
pandilla en la “Casa de fieras” de El Retiro de Madrid y se
fueron desperdigando por entre las jaulas. Arturo y Elvira, la chica
por la que estaba prendado sin correspondencia por su parte, se
encontraron absolutamente solos en la parte del foso de los monos.
Ella se asustó con un alarido y se agarró a él. Ya no se soltaron
en toda la tarde. Se escabulleron hacia la rosaleda y allí en un
recóndito banco, estuvieron besándose y acariciándose hasta que un
guarda con traje de pana, chuzo, gorro con escarapela y banda de
cuero con placa dorada, les ordenó de malas formas que el parque iba
a cerrar. Se despidieron en el portal de la casa de ella. Al día
siguiente Arturo la llamó por teléfono y ésta no se puso. En el
jardín de la colonia donde vivían, él le pidió que le escuchara
en un aparte. Le pidió salir oficialmente y ella rehusó, diciendo
que le quería como amigo. Él respondió con un lacónico “ya,
pero no es lo mismo”.