LA JAULA DORADA

LA JAULA DORADA

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Era un niño de cinco años, al levantarme en la mañana me dirigí
al viejo mango, ubicado en la parte más lejana del patio, allí en
una de las ramitas del árbol lo vi, sus plumas brillaban por el
toque de los primeros rayos del sol, esa pequeña ave al verme,
inició un melodioso trinar, me senté en una de las gruesas raíces
del árbol, a escucharlo, esto sucedió durante muchísimos días,
pero un día cualquiera no lo encontré en el árbol.

Mis oídos percibieron un cantar lejano, orientado por ese trinar,
llegué al lugar, lo habían capturado, estaba dentro de una jaula
dorada que colgaba de un gran clavo en la esquina norte del granero
de madera. La jaula dorada, el orgullo de mis familiares, tenía
varios compartimientos, un columpio, y una puerta protegida con un
pequeño candado de llave, la cual guardaban en un lugar desconocido
para mí, era su prisión.

En la jaula dorada, jamás se escuchó su hermoso trinar, ahora
brotaban de esas rejas un dejo triste, estaba seguro de que en ella
plasmaba su deseo de libertad. Al lado de esa pequeña ave, aprendí
a conocer su trinar, su mirada, sus aleteos, tristezas, alegrías, y
conocía lo que me estaba pidiendo. En esa jaula dorada, sus plumas
se hicieron cenicientas, sin brillo, su mirada perdió vivacidad.
Al verlo así, quería abrirle esa jaula, que volara libre, pero
siempre ese candado me decía que no lo hiciera, fui un niño
cobarde, estaba advertido, tenía miedo a la represalia de mis
familiares.

Con el tiempo tuve que alejarme de él, salir de ese pueblo
campesino, pero siempre pensando en que pude darle la libertad y no
fui capaz. Esto me atormentó durante mucho tiempo, y aun a esta edad
me pregunto por qué no lo hice.

Un día cualquiera regresé a esa casa, donde viví mis años
infantiles, estaba habitada por parientes lejanos de mi madre, mis
pasos me llevaron al lugar donde estaba colgada la jaula dorada, la
busque, no estaba allí, la vi debajo del granero, desvencijada, sin
puerta y sin candado, luego me dirigí al viejo mango, escuchaba en
todo el lugar un hermoso trinar, allí en una de las ramitas estaban
dos jóvenes aves, trinando melodías que yo había escuchado hacía
mucho tiempo, sonreí, y dando la vuelta me aleje de aquel mágico
lugar.

GUSTAVO HERRERA BOBB

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