Apartó de su muñeca la hermosa pulsera que cubría las cicatrices de cuando la depresión de aquellos recuerdos le inundaban y no le dejaban respirar.
Trató de calmarse para evitar un ataque de pánico, caminó agarrándose de las paredes deteniéndose en un espejo, subió la vista y en lugar de ver a la mujer de vestido rojo y cabello largo apareció una niña con un moño rosado llorando pegándole al espejo, tratando de salir.
Nunca pensó que llegara ese momento, pero ahí estaba frente a ella esa noche, el ladrón de su inocencia, creador del paso tan doloroso a la adultez pues tuvo que crecer rápido, fingir sonrisas cuando quería llorar, la adolescencia una completa distorsión.
Lo vio bailando en la pista de baile de aquella boda, sin preocupaciones ni remordimientos.
Quería decirle de todo, pero las palabras se le atoraban en la garganta.
¿Cómo podía tener tanto poder sobre ella?
Necesitaba levantarse y devolverle a aquella niña su fuerza, sonrisa, caminó hacia su mesa y temblando un poco le llamó con autoridad,
– ¡Hola! ¿Cómo estás? Dijo él con descaro.
Ella no se hizo para atrás;
– ¿Cómo te atreves a venir?
– Es que, voy a explicarte
– ¿Explicar qué? como destruiste un alma inocente, que tuvo que crecer rápido, esconder lágrimas con sonrisas, decir que está bien, fingir inocencia.
– Pero yo… dijo él volteando alrededor a ver quién los escuchaba, pues lo único que le importaba eran las apariencias.
– ¡No, tu escúchame! Eres la persona mas débil y te aborrezco, siempre pensé que tenías el control, pero ya no más, avergüénzate frente a todos, que sepan lo que hiciste, ya no tengo te tengo miedo.
– En ese momento ella bajó la vista recordando todas las veces en las que se había hecho daño, cuando llegaba ese frío por su espalda y tenía ataques de pánico pues no sabía quién era, como que le hubieran robado el alma.
– Me herí tanto dijo ella, mientras agarraba una copa de vino y la volcaba en él.
– ¡Me lastimó! dijo él limpiándose.
– ¡Cobarde! me lastimaste por dentro cuando niña y no he dejado de sangrar.
Salió del salón y corrió al lavabo, se detuvo frente al espejo y respiró y sonrió pues al levantar la vista vio al fin a la mujer valiente y empoderada que siempre quiso ser.
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