Cristales rotos.

Cristales rotos.

Pattu Sanz

23/01/2025

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Anoche soñé contigo, con tu yo de cuándo eras niña. Estabas sentada en el suelo rodeada de cristales en mitad del pasillo, a tu madre le había dado otro de sus brotes. Su cara reflejaba su típica expresión  desencajada, frívola, maquiavélica  y sus ojos desprendían un fuego estremecedor e ígneo que parecían reflejar los siete infiernos. Tú sin embargo sonreías, dulce, con esa mirada y un brillo mágico de ese que sólo puede tener una niña, la mirada de la inocencia, ajena a todo, sin entender un ápice lo que ocurre a tu alrededor. La inocencia, esa que se nos escapa de la punta de los dedos, de la que no somos conscientes de ella hasta perderla. Corremos por los parques mirando las nubes sin preguntarnos que hacen ahí o de dónde vienen, miramos las estrellas con su esplendor y no nos sentimos insignificantes ante ellas. Sonreímos, porque todo está en perfecto orden. Sabemos que pase lo que pase, mañana será otro día igual de interesante o curioso que el anterior, nos gusta descubrir el mundo desde ese prisma de inocencia, donde lo peor que nos pueda pasar es caernos del columpio y hacernos un rasguño en la rodilla, sabiendo que algún adulto nos va a ayudar a curarla. 

La diferencia es cuando estos rasguños no tenían quien los curara o lo supiera si quiera, o por lo contrario si lo sabían echarían más sal a la herida para que esta ardiera por completo dejando tales heridas abiertas que difícilmente llegarán a cicatrizar.  

Soñaba contigo y recordé la niña tan fuerte y valiente que eras, no le tenías miedo absolutamente a nada y pareciera al recordarte por un instante que esa niña sigue en mi, que aún somos la misma, somos una.

No recuerdo en que punto de tu vida eso se quebró, pero si recuerdo el transcurso. Sé que pasaste por muchas situaciones injustas que no desearía a nadie y mucho menos a una niña tan pequeña. Según crecías ibas viendo todo con más claridad, aquel prisma trasmutaba, despertabas poco a poco de ese sueño confuso y una vez más volvías a la realidad. Tú realidad. Y deseabas estar dormida y soñar, porque dentro de esos sueños no existe el dolor, ni el sufrimiento, ni la agonía .Cualquiera que conozca el caos tan solo quiere esa paz y en mi caso me encantaría volver a ser esa niña valiente, que a nada le temía.

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