Soy una niña diferente, como tantas otras niñas que no se crían con sus madres. Unas mueren durante el parto pero la mía se ha marchado santiguándose y dejándome en otras manos, aunque según una de mis damas de cría, algo ha tenido que ver mi padre, rey y soberano.
Tengo una vida sin sobresaltos, rodeada de sirvientas. Unas me llaman reina, otras princesa y alguna se refiere a mí, como futura esposa. Estoy comprometida con un hombre mayor que yo, aunque de momento solo tengo por obligación serle fiel a dios.
—Ave María purísima —dicen las malas lenguas, las mismas que murmuran que he fui concebida en el pecado.
A mi madre le debo la vida, a mi padre la herencia de un pequeño reino, del que tan apenas puedo ver sus confines, desde esta fortaleza, en esta tierra que llaman Castilla. Salgo al patio de armas a jugar con Sancha y Constanza acompañadas por doña Berenguela, su madre, descendiente de un condado. Para las otras mujeres es reina, para los hombres simplemente consorte.
Me habla de su hermano, mi futuro esposo, como un hombre valiente y siempre presto para la batalla. El juglar me ha cantado que hay otra mujer y yo solo soy una infancia con el destino marcado. Como cualquier niña de mi condición tengo la mente puesta en correr por los pasillos y ver pasar las horas viendo crecer mi cabello.
Un emisario me ha traído una misiva. Antes que yo, la ha leído Berenguela. Lo sé, nada puede pasarme sin que ella lo sepa. La firma un conde, de nombre Ramón. De sobras se de quien se trata. Apenas tengo catorce años. En unos meses emprenderé viaje rumbo a mi boda en la capital del reino.
Me han educado para saber cuál debe ser mi lugar en la historia pero también a saber estar a su lado, como él debe estar al mío. Sin embargo hay cosas que se han quedado para el camino de vuelta a mi lugar de nacimiento, para el camino de tierra y herradura. Junto a mí, una señora de mi íntima confianza, entre mis pertenencias una camisa larga, virgen y de seda blanca.
—Antes de la ceremonia le daré un baño en aguas perfumadas.
—¿Y cómo se supone que debo comportarme?
—Él, no le quepa duda, ha estado con otras mujeres.
—Entonces, me tumbaré, y esperaré a que suceda.
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