La crisálida entre las hojas

La crisálida entre las hojas

Carlawings

20/01/2025

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Poli y Sabrina eran vecinas. A Poli le gustaba jugar con su amiga, pero siempre en la calle ya que su casa era oscura y tenía un olor pesado que se metía por tu nariz como un escarabajo. Poli la llamó desde la reja de madera. Cruzaron la calle y arrancaron 10 o 15 ramas de un árbol. Eran un insumo perfecto, ese hilo verde que la naturaleza les entregaba sin esperar nada a cambio. Luego se maravillaban con las bellas flores del farolito japonés que variados colores lucía sin descaro. Las amigas eran habilidosas para construir las guirnaldas de flores. Luego se las ponían en la cabeza como coronas y jugaban a ser reinas. Ese día, mientras arrancaban los farolitos tan bellos y coloridos, Polí quitó su mano asustada:

-¿Qué pasa porqué tienes esa cara extraña?- Sabrina interrumpió su trabajo de tejedora de guirnaldas y miró fijamente a su amiga.

-Mira sabri, hay algo extraño entre las flores, al tocarlo sentí como si le hubiese hecho daño.

-¿Dónde?- Poli le indicó y ambas niñas se quedaron contemplando esa crisálida que parecía estar perfectamente acurrucada entre las hojas de los faroles de colores.

El ruido de una bicicleta las sacó de ese momento.

Poli no recuerda bien qué sucedió, cómo o exactamente dónde. Sólo sabe lo que no le contará a su madre ni a nadie. De la bicicleta descendió un hombre, Sabrina desaparece. Luego está ese brillo que la dejó dolorosamente encandilada; no puede ver el rostro del hombre, solo sus pantalones; son unos jeans azules, anchos, con un cinturón viejo. El hombre le dijo que se lo mostraría, que ella debía mirarlo, luego del bolsillo sacó unas calugas, tenían un envase azul intenso con plateado. Poli recuerda haberlas tomado y luego le pidió que lo siguiera a otro arbusto, no al de los farolitos enamorados. Recuerda las ramas, las calugas en sus manos y después volvió a abrir los ojos que seguían punzantes y desorientados. El hombre se alejaba en la bicicleta. La cara de Poli en el piso y sus ojos observando que a su lado volvía a encontrar una crisálida, pero esta vez se había roto y las alas celestes, azules y negras -parecidas a las calugas que tenía en sus manos- intentaban despegar para sostener el cuerpo de la mariposa que adolorida iniciaba el primer vuelo, en el que Poli creyó ver su propia fragilidad.

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