El filósofo

El filósofo

1 Aplausos

0 Puntos

40 Lecturas

Decidimos descansar después de una luenga travesía por las tupidas trochas en las colinas siempre verdes. Dante vio una gran roca en la que podíamos sentar, yantar y dialogar debajo de la sombra de un árbol. Saqué una manzana de mi saquillo y él bebió agua de su cantimplora. Lo miré extrañado, pues nada decía. Se quedó abismado, contemplando el retirado valle de abajo. Le pregunté entonces:

—Dante, ¿todavía oteas nuestro camino?
—No, en realidad contemplo el pasado.
—¿A qué te refieres? ¿Los sitios donde visitamos ayer?
—No. Piensa. ¿Qué vislumbras cuando tus ojos se dirigen en lo alto?
—Las nubes, sin duda.
—¿Y allende de las nubes?
—El cielo.
—¿Y más allá, a salvo de toda nube salvaje? ¿No acaso hallas estrellas?
—Sí, es verdad.
—¿No has preguntado qué ver más allá?
—Nunca lo he hecho, ya que mis ojos pueden observar aquellas únicas cosas que están a mi alcance. No puedo percibir lo que está invisible, ni tampoco tras decir “nada hay allá”. Veo esto y aquello, esta manzana, aquel valle o allá el cielo.

Dante sacó de sus saquillos un viejo reloj, una pluma de ave y un cuenco. Me preguntó:

—Dime, ¿qué ves en mi mano?
—Un reloj viejo.
—Y si te digo que no es ningún reloj, sino una máquina que emite agorarías y sortilegios al esgrimirlo.
—Suena infantil y tonto. ¡Eso es un reloj!
—Ahora mira este. ¿Qué hallas aquí?
—Una pluma de ave.
—Te equivocas, amigo mío.
—¡No, tú eres quien se equivoca!
—Y si te cuento que es una pluma de ninguna criatura conocida. Bien es de algún telearchigrifo que sobrevolaba valeroso sobre huestes. Trasvolaba alto y, dando giros, anunciaba su audiencia para que, en signo de honor, los caballeros se dispusieran a contender. Una vez advertido, el grifo descendía con ceremonia para bregar. Antes de morir, desprendió una pluma; un caballero lo venció y custodió la pluma como trofeo de magnífica victoria.
—Pues nada comprendo. Yo solo observo y hallo una pluma de cualquier ave.
—Más me gustaría saber, ¿desde cuándo has perdido el encanto de ver las cosas imposibles?
—Si es para apurar el tiempo, los cuentos de viejas funcionan.
—Temo que has perdido la fuente de toda esencia humana, el sentimiento de asombro.
—¡Basta ya! Es hora de partir que el tiempo es oro.

Dante guardó el cuenco en sus saquillos. Disimuló el silencio. Y la travesía se hizo aún más larga. 

Votación a partir del 16/02

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS