Sentía que era momentos desicivos, como aquel penal que erré aquella tarde del último verano de primavera, yo, la pelota, el arquero y una extraña mirada desde un costado de la cancha.
Apunte lentamente, tomé la devida distancia, y por cuestiones del destino o de mi fatidica desición de no ser Maradona, elevó la pelota mas allá del baldío.
Aún así, no lo tomé como una derrota solo una mala tarde, busque esa mirada en medio de mis amigos y estaba ella, tan bella como una muñeca china, mirando en silencio el cielo azul que moría a esas horas… la observaba y sentía algo que nacía en mi alma, algo no esperado, creo que mas tarde lo conocí de otras maneras, ella hermosa, ruiseña se levanto, en silencio se marchó.
Nunca pude decirle que me había enamorado de sus ojos y del cielo, que ese penal perdido era muestra de mis futuras fustraciones, pero que ella se convirtío en mi primer silencio, mis lagrimas ausentes… ella sin saber nada me alejó de mis juguetes en el jardín y se perdío como esa pelota tirada mas allá del travesaño, ella con su boca cerrada me enseño el amor inocente y la frustación de lo inalcanzable.
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