Se despertó tras una siesta con una sensación de malestar y tristeza. Llevaba dos semanas en aquel entresuelo semi enterrado de una habitación. Los muebles tenían décadas pero se conservaban en buen estado, al igual que el resto de la vivienda. Lo único inusual era un rectángulo de goma en el suelo del pasillo cerca de la entrada. Tenía forma de marco y era del tamaño de una ventana estrecha.
El inquilino rozaba los cincuenta, era transportista y la vida no lo había tratado mal, pero se sentía solo. Estaba de pie, en ropa interior y viéndose en el espejo del baño. Su creciente alopecia y su barriga belluda no dejaban de crecer. Después de un rato observándose le llamó la atención la goma del pasillo que se reflejaba junto a su cabeza, parecía que le atravesaba el cráneo. Miró a sus pies descalzos y vio un par de ventosas apoyadas en una esquina.
Volvió a mirar el espejo y el reflejo de la goma le volvió a llamar la atención ¿Qué es eso? Se preguntó. Girándose salió del baño y pisó el marco de goma. Notó que ambas superficies no estaban a la misma altura. No parecía un acceso a un sótano ya que no había nada de donde tirar, hasta que sus ojos se dirigieron de nuevo a las ventosas.
Una vez colocadas tiró con fuerza. Le sorprendió que no le resultara difícil levantar una losa de hormigón tan gruesa. Miró dentro y vio un hueco de un metro de profundidad que parecía extenderse por debajo de todo el suelo. Introdujo la cabeza dentro y encontró un papel doblado. Lo recogió y cerró el hueco. Al observarlo vio que tenía un número de teléfono que había perdido ¡Vaya, se me ha caído del bolsillo de la camisa al inclinarme! Se dijo.
Como su vejiga empezó a llamar su atención, decidió sentarse en el retrete. Observando la nota recuperada, mientras se acariciaba la barriga, se dio cuenta de que no llevaba puesta ninguna camisa.
No movió un músculo durante una hora. Se levantó y volvió a retirar la tapa. Esta vez le costó aún más. Miró dentro y algo le llamó la atención. Se giró y puso sus pies tocando el suelo del hueco, se agachó y miró alrededor. Cerca de él encontró dos memorias unidas por un aro. Memorias que había perdido hacía tiempo, memorias que contenían sus luces y sus sombras.
Salió y colocó la tapa. Tapa que cada vez pesaba más.
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