Son muchos los recuerdos que tengo de mi infancia. Algunos vuelven con tanta nitidez que me parece estar viviéndolos de nuevo. Como aquel día que mi madre me compró dos pollitos, uno azul y otro rosa. Los llamé Alegría y Felicidad porque me divertía mucho jugando con ellos. Tuvieron un final muy triste. Recuerdo que los subía a mi cochecito de capota y los paseaba por el patio de mi casa. Me seguían a todas partes con su «pío, pío» como si fuese su mamá.
Rápidamente empezaron a crecer, y a crecer… ¡Y a cantar! uno de ellos resultó ser gallo, el de color azul…¡Claro!
Aquel domingo me levanté tarde. Toda la casa olía muy bien, mi madre estaba preparando la comida, asaba algo en el horno .Fui como cada mañana a dar los buenos días a mis pollitos. La jaula estaba vacía . Un extraño presentimiento me invadió.
Ese domingo comimos con Alegría y Felicidad, aunque yo no paré de llorar .
-«¡El muslito de Alegría… el alita de Felicidad!» ¡Buaaaa!
Mi madre se enfadaba:
-¡Pero ojo lo sensible que nos ha salido la niña! ¡Haz el favor de comerte el pollo de una vez!
Yo me quedé muy triste y para compensar la pérdida me regalaron un patito. Era tan gracioso, con esos andares… Yo sabía que podía volar y le subía a sitios altos, y cada vez más y le animaba a saltar, bueno… a veces tenía que darle un empujoncito y… «!Que mala pata! al saltar se rompió una pata y ya no pudo caminar y mi madre se enfadó mucho.
-¡Pero niña, es que no te puedes estar quieta ni un momento! ¿y ahora que vamos a hacer con él?
Pues… con lo buena cocinera que era mi madre… hizo pato a la naranja, que yo no probé.
Y después para compensar la perdida me regalaron un conejito blanco que parecía todo de algodón. Todas las mañanas Luchi, así fue como lo llamé, se ponía junto a mi cama y comenzaba a rascar con sus patitas. Mi madre se enfadaba.
-¡Niña! no te le metas en la cama que los animales transmiten enfermedades.
Un día se metió en la lavadora entre las sabanas blancas. Fue una muerte muy limpia. Lo enterré debajo de la higuera. Hice una cruz atando dos palitos y le recé un padrenuestro, y desde entonces nunca más quise tener una mascota.
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