Diego, el chef de la casa.

Diego, el chef de la casa.

Mila Clemente

11/01/2025

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El pequeño Diego guardaba sus platos en el armario de su cocinita cuando su madre le llamó para comer. Le gustaba jugar imaginando ser un buen cocinero. Sonreía cada vez que abría una de sus puertas, o colocaba su pollito en el horno con su lucecita naranja, incluso cuando colocaba sus nuevos productos en su pequeño frigorífico.

La cocina de juguete la recibió en Navidad con mucha ilusión. Al abrir su regalo pensó: «De mayor seré el mejor chef de la ciudad ». 

— Mamá ¿podré seguir jugando después de comer? —preguntó Diego al sentarse en la mesa.

— Claro hijo, con una condición, que te lo termines todo y recojas tu plato —.

Unos meses más tarde, Diego seguía jugando e imaginando sus deliciosas recetas en su cocina. Con una pequeña diferencia, debía posar sus rodillas en el suelo para estar a la altura, pues había crecido mucho, y su juego preferido cada vez se le hacía más incómodo.

Observaba de reojo a su madre. Se le encogía el corazón al verla. Sabía que algo no andaba bien. Su tez blanca y su mirada perdida le daba a entender que su salud empeoraba. Diego seguía cocinando, imitando el sonido de la sartén, de la batidora y de su nuevo lavavajillas. Mientras tanto la observaba; atento, triste, preocupado… Se acercó lentamente a ella. Y tras besar su mejilla le susurró al oído —Mami ¿qué hay para comer?—. El atisbo de un gemido como respuesta, provocó que un hilo de responsabilidad brotara de su mente. Retiró con cautela su juguete, y sin dudarlo, aplicó sus destrezas culinarias en la cocina. Esta vez no necesitó interpretar cada paso, pues la realidad envolvió su alma.

— Mamá, yo cuidaré de ti. Mira, te he preparado una sopa. Pruébala, está deliciosa —.

— Mi querido Diego. Te has convertido en un hombrecito —.

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