Juro que amé la Navidad
¡La quise tanto!
Decoraba las paredes de casa
con cintas y borlas de colores
Durante casi un mes la vida
era una fiesta
en la que nada malo
podía ocurrir
y yo me sentía la cría
más buena del mundo
Los atracones de dulces
estaban bien
Todo estaba bien, o al menos
lo parecía
La generosidad
acariciaba el aire
y los villancicos que sonaban
a través del altavoz
sobre el árbol de la feria
nos envolvían
con esa clase de magia
que sobrepasa los límites
de las palabras
El frío no molestaba,
fijaba nuestros recuerdos
y los conservaba intactos
Como decía, la adoré
Lo hice como los niños
adoran a los grandes
dinosaurios
fascinados por su tamaño,
por sus garras
por su salvaje condición
Pero igual que una tarde
cualquiera
descubren que esos seres
lejanos
meras sobras del tiempo
resultan inalcanzables,
y desaparecen sin más
de su memoria cotidiana
así me pasó a mí
con la Navidad
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