De abuelos campesinos vueltos obreros fue mi familia hecha de retazos de trapo y tela, parche de muchas cosas, parches de callejones y de barrios, de pulquerías y tugurios en donde mi abuela me llevaba a los 5 años para ver si podía ver las botas de cuero de mi padre por abajo de las puertas mal olientes de las cantinas, obligándome a sacarlo por la fuerza.
Lo cierto es que mi abuela nunca fue la persona más sana, con su gran religión a cuestas, mordiendo la cruz de miles de pecados. Mientras que mi padre no quería tener hijos, pero después de dos años de concubinato con mi madre nací yo, una pequeña pelirroja a la cual le pusieron Margarita y por la cual tuvieron que sellar sus destinos con el sagrado matrimonio.
Mis padres vivían con mi abuela Marina García Suri después de su matrimonio, pues mis abuelos le habían repartido tierras a cada uno de sus hijos varones y mi padre no fue la excepción viviendo acinados con mis demás parientes tíos, tías, primos. Mi infancia fue siempre puesta en la cuerda floja del desinterés y el desahucio, muy común de la época de los 80 en donde se carecía de toda conciencia sobre los derechos de la infancia, tan clásico de aquellas épocas en el Distrito federal de la ciudad de México.
Siendo el primer embarazo de mi madre y sin ultrasonidos modernos, mis padres supusieron que yo tendría que ser varón, ¡Oh que decepción para la consideración machista de mi padre! Cuando al llegar a la sala de cuna le informaron que era niña. Error de genética que no me perdonaría y marcaria gran parte de mi resplandeciente historia en ese barrio popular de Naucalpan de Juárez.
Vivir en esa clase de barrios siempre era vivir expuesto a todo, al final de cuenta que se podría esperar de una familia de obreros, si no los desahogos momentáneos de alcohol, sexo, religión y brujería. Así trascurrió mi infancia, en donde para los niños no había ilusión alguna, más que la de creer que mañana podrías sobrevivir un día más al horror, ya que los paseos eran contados y las muñecas en reyes una en un millos, juguetes que nos hacia recordar que aun éramos niños, niños pequeños jugando a cuidar a los adultos que a veces se portaban mal.
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