Cuando me despierto, el sol entra por la ventana y todo se ve dorado. Me gusta mirar desde aquí arriba porque puedo ver la calle, allá abajo, con los señores que venden frutas y las señoras que hablan mucho. A veces me da miedo mirar, porque los gritos me recuerdan a papá.
Papá siempre está enfadado. Parece que todo le molesta. Cuando llego del colegio, intento no hacer ruido. Si se da cuenta de que estoy ahí, puede gritarme o, peor, pegarme.
En el colegio tampoco es mejor. Los niños me empujan y se burlan de mí. Dicen que soy una niña y hablo como un marica. Yo no entiendo por qué está mal ser como soy, pero intento no pensar en eso. A veces me gustaría desaparecer. Pero, hay una señora en la biblioteca que es buena conmigo. Me presta libros. En ellos descubro historias de sitios donde la gente es feliz. Esos lugares los dibujo en mi cuaderno.
En él escribía sobre lo que soñaba en mi cabeza: un mundo donde los papás son buenos y los niños pueden jugar con otros niños sin miedo.
Una vez, papá encontró mi cuaderno. Se enfadó mucho y lo quemó en la estufa. Me miró diciéndome que eran tonterías. Las páginas se retorcieron en el fuego, y yo sentí como si algo dentro de mí se estuviera quemando. No lloré, pero esa noche no pude dormir. Me quedé en la cama, con los ojos abiertos, pensando que ya no tenía un lugar donde esconderme.
A veces escucho cosas que los adultos no saben que oigo. Una noche, papá dijo que no tenía dinero para pagar algo. Que todo estaba mal y que la vida era una porquería. Fue entonces cuando entendí que los adultos también tienen miedo, pero ellos no saben cómo esconderlo sin hacer daño.
Pienso que un día voy a irme lejos. No sé cómo ni cuándo, pero lo haré. Mientras tanto, cierro los ojos e imagino un lugar donde pueda tener un cuaderno, donde nadie lo encuentre ni lo queme. Mamá decía que los sueños son importantes y que a veces se cumplen, aunque ahora ya no está aquí para recordármelo. Yo creo que tenía razón.
Asomado a la ventana, busco encontrar ese lugar. Me pregunto si podría llegar allí simplemente dejándome caer.
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