Tao esperaba cada tarde junto al limonero, donde el pequeño petirrojo llegaba puntual a picotear las migas que él esparcía en el suelo. Le había puesto de nombre “Chispita” porque su canto parecía iluminar los silencios del jardín.

Esa tarde, la paz del momento se rompió. Un águila majestuosa descendió veloz del cielo y atrapó a Chispita con sus garras. El canto cesó, y el aire quedó suspendido en un instante eterno.

El niño gritó con todas sus fuerzas.

— ¡Nooo! ¡Déjalo, suéltalo!

Corrió hacia donde las plumas del pequeño pájaro se dispersaron en el césped, pero era demasiado tarde. Sus lágrimas caían como gotas de lluvia, y entre sollozos llamó a su madre.

— ¡Era mi amigo, mamá! ¿Por qué tuvo que pasar esto?

Su madre lo abrazó con fuerza, dándole tiempo para que se calmara un poco antes de hablar.

—Hijo, sé que duele, y es normal que te sientas triste. La naturaleza, a veces puede parecer cruel porque cada ser está luchando por sobrevivir. Pero el águila no lo hizo por maldad, lo hizo porque necesita alimentarse para vivir, igual que nosotros comemos para crecer fuertes.

Tao levantó la mirada, los ojos llenos de confusión y lágrimas.

— ¿Pero por qué Chispita? Yo lo quería. No pude salvarlo…

Ella le acarició la cabeza con ternura.

—Porque todo en la vida es parte de un equilibrio, hijo. Chispita fue especial para ti, y ahora su vida ha servido para que el águila también siga viviendo. Lo que podemos hacer es recordarlo con cariño, como el amigo que te alegraba las tardes. Y, tal vez, seguir cuidando de otros pájaros que encuentren su camino hasta nuestro jardín. Jamás pierdas la inocencia, mi niño, recuerda que la inocencia, no es ignorar que hay cosas malas en el mundo. Es confiar en que siempre puedes elegir hacer lo correcto, sin importar lo que pase.

Tao se quedó en silencio, mirando el cielo. El águila volaba lejos, sus alas grandes y poderosas se mezclaban con las nubes.

Al día siguiente, con el corazón todavía dolido pero lleno de una nueva comprensión, el niño volvió al limonero, donde dejó más migas de pan que nunca. Ante su asombro, un nuevo petirrojo llegó a visitarlo, en su canto parecía decirle que la bondad podía crecer en cualquier rincón y que la vida, a pesar de todo, siempre nos da otra oportunidad para seguir mejorando.

Votación a partir del 16/02

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS