Era 1983.
Ese mismo año se había acabado la dictadura militar y en Argentina había vuelto la democracia. Yo no sabía bien qué significaba todo eso, pero lo cierto era que Alfonsín era el nuevo jefe, el Presidente.
Había dos cosas que me llamaron la atención: Alfonsín tenía bigotes pero no tenía gorra. ¿Cómo era posible que un presidente del país no tuviera gorra?
Eso era muy raro. Pero lo que empezó a decir la gente me lo parecía todavía más. La idea general era esta: los señores de gorra, los militares, eran malos.
Sí.
Esos señores todos bastante parecidos entre ellos que siempre, desde que yo era bebé, había visto por la tele tomando la comunión, hablándole a la gente, visitando fábricas, colegios, hospitales… ¡Que les habían dado la Copa de Campeones del Mundo a la Selección (¡era pequeño pero me acuerdo!) Que en la guerra con los ingleses nos pedían a los niños que escribiéramos cartas y mandemos chocolates a los soldados…Esos señores que a veces acariciaban la cabezas de los niños y saludaban la bandera con mucho amor…¿Ahora resulta que eran malos?
-¡¿Malos?! ¿Quién te ha dicho eso? Aquí desde luego que no…! djio una tarde mi padre escandalizado, al escucharme decírselo a mi hermana. Mi madre miró a mi padre con una mueca entre desprecio y risa -lo que sí, mi amor es que ahora somos más libres….-me dijo- aunque tu papá no se lo crea del todo…
No sé cuántos sábados después, mis padres invitaron a cenar a casa a su grupo de amigos. Eran unos quince, los de siempre…Hacían más ruido que otros días, olían más a alcohol, a perfume; fumaban con más fuerza.
Cuando llegó el postre nos mandaron a los niños a comerlo a la cocina. Me fui a desgano mientras veía que mi padre ponía una película para su público en la flamante videocasetera. Pronto hicieron silencio y empezó una música suave de trompeta que salía de la tele. Mamá abría la puerta cada tanto para vigilarnos…Pero yo conocía la casa. Me fui a la habitación de mis padres y llegué por el balcón al salón. Lo que vi en la tele del salón me dejó petrificado: dos mujeres sin corpiño se besaban y se tocaban las tetas. Nunca había visto algo así. Y mirando la cara de los adultos parecía que ellos tampoco.
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