Categoría: Alumnos. Curso: 1º ESO

Me desperté sobresaltado, oí unas voces en casa, mi madre hablaba muy fuerte con mis abuelos, estaban discutiendo. Mis abuelos decían: “no nos vamos a mover de casa”. Escuché a mi madre subiendo por las escaleras.

—David, prepara una mochila, nos tenemos que ir; la guerra se acerca.

—Y los abuelos? —pregunté—, ¿no van a venir?

—Se quedan aquí, están ya muy mayores y no quieren salir de su casa.

—Pero…

El frío calaba los huesos, corríamos por las abandonadas y destruidas calles escuchando bombas cayendo de fondo. No sabía a dónde tenía que ir, solo seguía a mi madre que corría despavorida esperando a que alguien nos salvara. Entonces, encontramos gente y nos invitaron a entrar a un refugio. Era un lugar muy oscuro y frío, echaba de menos a mi padre y a mis abuelos, quería volver a mi casa, buscaba dentro de mí un cálido rincón en mi mente donde poder refugiarme.

Cada vez era un lugar más estrecho, porque entraba más y más gente; nos estábamos quedando sin espacio. Escaseaba la comida y el agua, pero teníamos miedo a salir. Me sentía incapaz de hacer nada. Desde fuera se escuchaban las pisadas del ejército, quería proteger a mi madre, y volver a cómo era la vida antes. “¿Por qué empezó todo esto?”, me preguntaba a cada minuto, esperando despertarme de aquella horrible pesadilla que me tenía muerto de miedo. Pero por mucho que me pellizcara no servía para nada. La gente gritaba y aporreaba la puerta queriendo entrar. Pero éramos demasiados y no cabíamos más.

Un rato después se escuchó otra bomba, abrieron la puerta y encontraron varios cuerpos sin vida en el suelo. Ya no sabía si gritar o llorar, y salí corriendo cuando sentí una enorme explosión cerca de mí.

Me desperté en mi cama, olía a café y encontré a mi madre haciendo el desayuno; ya era hora de ir al colegio.

David Moya Prieto 1º ESO

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