Categoría: Alumnos de 1º ESO
Amaya era una persona a la que siempre se le exigió mucho. Con el paso del tiempo, ese pensamiento que tanto odiaba, se convirtió en la única ley de su vida: la perfección.
Si entrabas en su casa, verías el orden total: los platos, colocados con una precisión increíble y los agujeros dónde se introducían los clavos para colgar cuadros, hechos con compás. Desde luego, a primera vista, se la podía considerar la perfección personificada, pero no era cómo parecía.
Cómo se dedicaba tanto a medir, colocar y organizar sus cosas y pensamientos, no salía a penas y no quedaba con nadie.
Un día, invitó a su sobrina a casa:
– ¿Por qué tienes esas preocupaciones? – preguntó Adriana.
Ante esa pregunta, Amaya se quedó sin palabras. Ella sabía que su sobrina había preguntado con inocencia, pero iba a marcar un antes y un después en su modo de actuar.
Esta pregunta le dio otra visión del mundo a Amaya. Quiso poder volver atrás en el tiempo y no hacer esas cosas innecesarias que había hecho. Pero ya era demasiado tarde, ya sólo podía decidir qué hacer en el futuro.
– ¿Qué recuerdo quiero dejar en el mundo? – se preguntó Amaya.
A partir de ese momento, cambió de manera radical. Y es que a veces, las cosas vistas desde otro punto de vista, nos ayudan a reflexionar las cosas.

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