Era verano. Claudia, aunque tenía 9 años, nunca había salido de su ciudad. Por fin este año iban a ir al campo y Claudia estaba muy ilusionada.
Ya en el campo oyó a sus padres hablar del mundo. Así que se hacía sin parar la misma pregunta: ¿qué era el mundo? Distraída pensando en ello, se cayó al suelo. Cuando despertó, vio un chico que se acercaba a ella seguido de todos de animales del bosque. Entre todos, le ayudaron a limpiarse y curarse.
Claudia le preguntó: ¿cómo se llama usted? ¿Cómo se ha hecho amigo de los animales? Y, perdone la pregunta: ¿qué es el mundo? El chico le respondió: primero, puedes llamarme Tom; segundo, yo no he elegido a mis amigos los animales, ellos me han elegido como amigo. Y, tercero, eso lo tienes que descubrir tú, pero te daré una pista: mira a tu alrededor y lo descubrirás.
Claudia se fue feliz llena de esperanza esperando encontrar la respuesta a su pregunta en este mágico sitio. A lo lejos, vio un enorme lago y pensó en ir allí. A lo mejor descubría qué es el mundo.
Ya en el lago, vio pececitos y un montón de animalitos acuáticos que, al verla, fueron poniéndose detrás de ella. Al verlos tan seguros, Claudia supo que los animales confiaban en ella.
Cuando salió del agua, se le acercó un hermoso loro. Este le ofreció un ala y con una dulce y suave voz le dijo: ¿quieres montar? Me encantaría -respondió- pero te haré daño. El loro le dijo: no te preocupes. Y después, emitió un agudo sonido. Al instante, apareció una bandada de pájaros. Claudia pudo contemplar sus movimientos llenos de elegancia. Traían una extraña tela. El loro le explicó que era la tela más resistente del mundo, hecha con la flor de las tormentas y con el esfuerzo y el amor de todos los animales, tus amigos. ¿Vienes? Claudia aceptó.
Poco después, vio un pueblo donde se ayudaban mutuamente y una sonrisa se dibujó en la cara. Las personas que se ayudan son el mundo…
EL MUNDO ES… ¡AMOR!
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