Categoría: 1°BACH
El mundo que vivimos no siempre se muestra como un extenso campo repleto de flores, o como un cielo estrellado en serenidad cuya belleza nos deja sin palabras. En ocasiones toma la forma de un oscuro túnel, diminuto desde el exterior pero eterno si se ha de recorrer.
Un túnel sin comienzo, sin luces que lo iluminen, sin garantía de una vía de salida. Ratas correteando a ambos lados, pero que desaparecen en el vacío del túnel como si jamás hubieran existido. Vías que entorpecen el paso. Un olor putrefacto que sofoca los sentidos, haciendo difícil caminar por él.
Sientes que te ahogas, que estás atrapado, que nunca vas a salir de este lugar, te preguntas cómo has acabado así. Y esa desesperación puede llegar a oscurecer tu corazón, hasta que acabes formando parte del túnel, para siempre olvidado en sus paredes de ladrillo.
Pero lo cierto es que nunca vas a ver la luz al final del túnel si tan solo acabas de comenzar a recorrerlo. Debes seguir caminando, aunque esté oscuro y tengas miedo. Y tal vez entonces te darás cuenta de que puedes ver las ratas porque hay una luz que las ilumina, te tropiezas con las vías porque un tren debe pasar por ellas, puedes oler la putrefacción porque hay corrientes de aire que la empujan hacia ti.
Cuanto más caminas, más vegetación verás en las paredes, pájaros, salidas de emergencia, alcantarillas, incluso otras personas en la misma situación. Y antes de que te des cuenta, levantas la mirada y ves esa luz que tanto habías buscado, y vuelves a contemplar ese campo en flor bajo una cúpula estrellada.

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