Categoría; Alumnos Curso: 3º ESO
Mayo, 1998
En ese momento desperté con una pulsera y una bata de hospital en la que ponía «César», y descubrí que mi teoría era real, todo había sido imaginación mía y todo lo que había vivido no era cierto, todo menos una cosa, mi enfermedad.
Amanecí con un día mas o menos soleado, todo era normal e iba a quedar con Alfonso.
Ya pasadas las 4, decidí salir de casa. Caminando por la calle se me iban viniendo ideas como «¿y si…?» o «¿Que pasaría si…?» pero ninguna con un final agradable. La calle se iba haciendo más estrecha y mas oscura a medida que avanzaba con mis pasos y me hacía esas preguntas extravagantes, cada vez, cada minuto, el cielo se hacía más negro y carecía de iluminación.
Las ventanas de mi alrededor parecían esconder una mirada siniestra detrás de ellas, y cada pared adosada a ellas parecía hecha de hormigón corroído, todo ya no era normal, atemorizado, salí corriendo de allí y llegué al campo donde me encontré con mi amigo Alfonso:
Dimos una vuelta rápida y tuve la «ingeniosa» idea de pasar por el callejón por el cual había tenido esa visión. Me di cuenta en el rato de camino al callejón de que Alfonso estaba un tanto extraño. No paraba de mirarme con sus ojos saltones.
Iba sintiendo como el terror se iba apoderando de mi, porque no entendía que estaba ocurriendo. Alfonso, mientras tanto, se quedó atrás y yo no me percaté, ya que estaba centrado en llegar a aquel callejón, me quedé solo otra vez.
Iba notando como sonidos graves y con susurros rondaban por mi cabeza, escuche a Alfonso decir «Mira César, mira lo que puedo hacer» me di la vuelta y el torso de Alfonso y su cabeza estaban separados, me quedé sumido en el miedo, de repente, sentí sus manos en mi cuello, y sentí como mi cuello crujió.
Desperté en el hospital con la pulsera y la bata y una hoja con mi diagnóstico, «esquizofrenia, intento de suicidio» no me lo creía, no podía ser cierto, ¿verdad?
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