Categoría: Comunidad educativa
Dicen que una mujer, al entrar en la cincuentena, se planteó el sentido de su existencia. ¿Había hecho algo de valor? ¿Había encontrado la felicidad? ¿Merecía la pena su vida?
Con estas dudas y muchas más en su cabeza, fue a ver al Oráculo, una anciana de rostro amable y manos pobladas de arrugas que irradiaba paz.
La mujer se sentó frente al Oráculo y cerró los ojos. Sabía que solo podía plantear una cuestión, así que inspiró profundamente y dijo:
–He tenido momentos felices, pero no sé si en eso consiste la felicidad.
La anciana la dejó hablar mientras la miraba con interés. A la mujer le gustó sentirse escuchada.
–Curiosamente, los instantes más dichosos de mi vida están asociados al dolor, al cansancio, a la impotencia…
–Supongo que te refieres…
–… al nacimiento de mis hijas.
El Oráculo asintió con un gesto. Tras un momento de calma y reflexión, comenzó a hablar.
–Los seres humanos estamos hechos de emociones. Si sentiste alegría es porque conoces la tristeza. Cuando has tenido miedo también has sabido lo que es ser valiente. La vida no consiste en hacer cosas grandes, en ser importante, en destacar. La vida consiste simplemente en vivir. Tus hijas son vida, tú eres vida.
El Oráculo cerró los labios y dio por concluida su consulta.
La mujer salió de allí confusa, decepcionada, estafada. La anciana solo le había dicho una sarta de obviedades.
Pero luego pensó que a veces lo obvio es lo que no alcanzamos a ver. Nos parece que una vida sencilla, sin fuegos artificiales ni grandes reconocimientos, es una pérdida de tiempo. Y, al llegar a su casa, se calzó sus zapatillas usadas, se vistió con ropa cómoda, se sentó en el viejo sofá junto a sus hijas y se sintió afortunada.
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