Categoría: Alumnos, 3 ESO.

El viento era fuerte aquella noche. No había luna. Los incesantes truenos acompañaban la lluvia. No muy lejos de la ciudad, en el campo, alguien murmuraba algo. Estaba acurrucado en el suelo, gimiendo, semidesnudo, apenas tapado por una hierbas altas, el hombre temblaba.
Sus sollozos eran totalmente ilegibles, llenos de angustia. 

De súbito, el hombre dejó de tambalearse. Cesaron los sollozos. Quedó inmóvil en el suelo. Una luz iluminó su rostro, su cuerpo. Sangre y agua se arremolinaban en su cara y en su cuerpo. Un último destello reveló una herida profunda, limpia en el costado.

El hombre había muerto.

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