Categoría: Comunidad educativa

Mi madre ya no entiende el mundo y se le escapan las palabras comunes. El mundo es un galimatías donde las cosas sencillas no tienen ya lugar y ella se pierde en ese laberinto de tuits, wasaps y pandemias. La guerra no le es extraña, por desgracia. Nació a finales de una y en la posguerra transcurrió buena parte de su vida. Y guerras hay muchas, todos los días, en todas partes, aunque finjamos que no.

Mi madre ya no entiende el mundo y yo entiendo a mi madre. Porque el mundo que habitaba está perdiendo sus contornos, se desdibuja y deja de reconocerlo, lo ve borroso, siente que no encaja en él.

Y lo curioso es que, así y todo, el mundo es un sitio maravilloso. Un lugar viejo y a la vez nuevo. A veces, como unas babuchas desgastadas y confortables; otras, como unos zapatos brillantes a estrenar, que hacen daño, pero son tan bonitos.

Mis hijas son prácticamente nuevas en el mundo que no entiende mi madre, pero se mueven por él como en su casa, lo conocen, empiezan ya a recorrerlo con los ojos cerrados. A veces actúan como si el mundo fuera suyo y te lo explican, como si tú no supieras nada de nada. Y si notan una pizca de burla, se enfadan, se rebelan, patalean. No hay más que hablar, va a ser verdad que el mundo es suyo.

¿Y mi mundo? Yo también tenía uno, ¿dónde habrá ido a parar? Un día de estos debería sentarme y buscarlo. Un día de estos, cuando tenga un momento libre.

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