Los pequeñines podemos cambiar el mundo

Categoría: 6º Primaria

Érase una vez una familia de pastores alemanes, eran tres cachorros más los padres. El mayor se llamaba Brownie y tenía un año, el mediano se llamaba Rufo, tenía seis meses y era un hermoso cachorrillo, y el más pequeño era Toby, solo tenía una semana, era un pequeñín pero también muy listo.

Vivían en una casa muy grande, con un jardín inmenso y una caseta para cada uno. Compartían muchos juguetes como peluches con forma de hueso y nunca les faltaba la comida. Les encantaban los friskis y las galletas con forma de huella de perro. Sus dueños, el señor y la señora Hilton, eran muy amables y les habían puesto collares brillantes y de colores con sus nombres grabados.

Algunas veces se peleaban por la comida, le roían las zapatillas a su dueño o las sillas y los muebles; arañaban las cortinas y hasta se hacían pipí en algún rincón…

Un día, el señor y la señora Hilton sacaron a los perros a pasear por el vecindario. El pequeño Toby olió unas deliciosas salchichas al lado del callejón, siguió el olor y se perdió. Tardaron tres horas en encontrarlo. El pequeño estaba muy asustado, gimiendo detrás de un cubo de basura y rodeado de gatos callejeros que no paraban de molestarle. Cuando volvió a casa, estaba muy pensativo: ¿Qué pasaría si se perdiera para siempre o si sus dueños le abandonaran? Él no podría hacer nada. Pero también pensó en las cosas que podría hacer a partir de ahora, como no pelearse por la comida, no dejar sus juguetes en medio del pasillo o incluso llevarle las zapatillas y el periódico a su dueño. Había muchas cosas que podía hacer para que su pequeño mundo fuera mejor y más fácil.

Aquella noche, durante la cena, compartió sus galletas cuando sus hermanos empezaban a pelearse por el trozo más grande. Aunque no lo penséis, les dijo sonriente, “no somos demasiado pequeños para cambiar el mundo”.