Me ha sorprendido el uso que le hemos dado a la palabra malumba hoy día; al punto tal que algunos osan ignorar el origen de la misma, en el desparpajo de tomarla y darle los múltiples significados que ésta supone. Es interesante, desde luego, dar luces de dónde nació la misma, y cómo en el habla, se ha trastocado sistemáticamente.

En un origen, malumba se usaba en los rezos africanos cuando se necesitaba echar «algún espíritu inmundo que había entrado por el hambre repentina del conocimiento» (Mengano, 2008); de hecho, era el nombre de la deidad que daba cuenta de estos eventos. Con el paso del tiempo, Malumba se tomó para las enfermedades físicas -sobre todo de las estomacales-; por ello, es sorpresa que, a ratos, se haga uso de las enfermedades mentales que evidentemente no deberían tener cabida.

Con el tiempo, claramente, en todas los lugares donde se pronuncia malumba adquiere un carácter semántico, completamente distinto: demonios específicos, enfermedades inverosímiles (como la inflamación hemorroidal), nombre de hijos (Malumba José), sitios de baile (Malumba Night), posiciones sexuales («Podría hacerme el Malumba), y distintos discursos escritos (Maravillosa la obra de Mengano (2008) «Malumbaciones eternas», vale la pena leer).

Dicho lo anterior, el contexto social nos ha dado distintos malumbáticas afirmaciones de estos conceptos. Considero abismalmente malúmbico que se tengan en cuenta.

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