Poema I
El viento dibuja letras
con las hojas del estanque
y mece, con mucho mimo,
los columpios de los parques.
Cuando se aburre, silba.
Cuando siente miedo, corre.
Y levanta, a su paso,
las fechas del calendario.
Si es feliz te empuja.
Si está triste se esconde
detrás de alguna farola
en una desierta noche.
Lleva polvo en las mejillas,
alquitrán en sus bolsillos
y tose, cuando está enfermo,
entre los tubos de escape.
Desde altos ventanales
un soldadito lo observa
protegido por cortinas
salpicadas de colores.
De plomo lleva su busby.
De plomo su fino sable.
De plomo son sus hombreras
y su corazón de cobre.
Doble abotonadura
luce en el uniforme
y sus ojos se han desgastado
de tanto mirar las nubes.
Quisiera caminar veloz,
abrir todos los cajones,
urdir con su largas piernas
cabriolas, saltos y botes.
Pero manos artesanas
agotaron los metales
y pusieron como rótula
un muñón de chocolate.
Ay, Soldadito de Plomo,
abandonado y triste.
De los juegos olvidado
en un desván de retazos.
Ya consolas y pantallas
anidan en mente de peques
que desdeñan con tesón
lo que no sale en youtube.
Al lado del Soldadito
se ha caído, sin querer,
un ratón de goma eva
de nombre Pérez y Pérez.
El ratoncillo se esfuerza.
⸺Soldadito, dime algo.
Pero de sus labios rojos
solo suspiros de pena.
Sus sueños llevan banderas
con aplausos de desfile
que las damas le dedican
cuando se pone muy firme.
El viento ruge furioso.
El Soldadito se encoje.
⸺Ojalá me fuera pronto
de estos cielos, siempre grises.
Que los anhelos se tornan
con el paso de las horas,
del hierro casi candente
a vigas con hollín verde.
Ay, Soldadito de Plomo,
abandonado y triste.
De los juegos olvidado
en un desván de retazos.
Poema II
En el suelo del desván
baila una linda muchacha,
con vestido de franela
y manoletinas blancas.
Sueña que danza descalza
en medio de un olivar,
y que un río de agua clara
le refresca la garganta.
Con crema de aceituna
untó sus manos y cara
y puso como pendientes,
dos girasoles de plata.
No sabe cómo llegó.
Solo que la perseguía
un viento que la miraba
mientras se peinaba sola.
Un pandero de cristal
entre sus manos agita.
A cada paso que da
florecen las clavelinas.
Donde la noche dormita
ahora se ven estrellas
que del cielo se han caído
para que las pise ella.
⸺Princesita, no te asustes.
Yo y este Soldadito
la bienvenida te damos
a esta, nuestra morada.
Aquí vienen los juguetes
que naufragaron sin olas.
Aquí vienen los juguetes
que no sirven para nada.
⸺Me quedaré poco tiempo.
Quiero volver a mi casa,
Romancero de gitanos
donde las olivas sanan.
Donde la luna, coqueta,
fantasea en las barandas
mientras se muestra redonda,
en los espejos del agua.
Quiero forjar un collar
con marfil de caracolas,
que las olas han dejado,
escondidas en la rocas.
Y mientras Preciosa habla,
el Soldadito se palpa
su gorro, que ya rebosa,
de cientos de mariposas.
Y los latidos le llegan
como ecos de trompetas
a sus sienes encendidas,
de tanto batir de alas.
Ay, Soldadito de Plomo,
abandonado y triste.
De los juegos olvidado
en un desván de retazos.
Poema III
En la soledad del cuarto
tres amigos se han sentado.
Han encendido una vela
y hablan de lo pasado.
El Soldadito les cuenta
que luchó contra corsarios,
que su pierna la partió
una bala de cañón.
Y Preciosa que lo oye
finge gran admiración.
No le gustan las batallas
ni a los que a ellas, se van.
Mientras, el ratoncillo
atusa sus bigotes negros.
⸺Que jóvenes son ahora
y que tristes serán de viejos.
Partid pronto a la tierra
donde viven los gitanos,
o perderéis el anillo
que guardaban los lagartos.
⸺¿Tú que harás, ratoncillo?
¿Te marcharás con nosotros?
No quiero dejarte solo
con ese viento bramando.
⸺Debo quedarme a cuidar
de todos estos amigos.
O las arañas que cuelgan
nos tejerán un sudario.
Quizás pase por aquí
un abuelo con su nieto
y así les pueda enseñar
alguno de nuestros juegos.
Con mi patita de palo
podrás hacerte un bastón.
A mí de poco me sirve
y a ti te será mejor.
⸺Entonces… a los que les cae un diente,
no podrás llevar regalos.
Se quedarán esperando
con los ojitos mojados.
⸺Son las hadas, Soldadito,
las que les han convencido
para que les den sus dientes
y piensen que ya no existo.
Ellas que pueden flotar,
que desprenden brillantina,
cuando su varita agitan
el cosmos vuelve a girar.
Engatusan a los niños
con unicornios alados.
No saben que solo vuelan
los sueños que no se han roto.
Iros o los perderéis,
cómo los perdieron ellos,
los anillitos de plomo
que lucían en sus dedos.
Cerrad los ojos con fuerza.
Juntad los dos vuestras manos.
Decid conmigo en silencio,
“Llévanos al Romancero”.
Y antes de que Preciosa
pronunciara aquel conjuro,
el viento se los llevó
sobre sus hombros desnudos.
Ay, Soldadito de Plomo,
abandonado y triste.
De los juegos olvidado
en un desván de retazos.
Poema IV
Cuando los ojos abrió,
cuervos volaban sin rumbo.
Sus graznidos desgarraban
la fina tela del cielo.
De un páramo yermo y sin gente
brota música desafinada.
Es de un violín muy cansado
que olvidó su melodía.
Todo es amarillo y ocre.
Paisaje de lagartijas,
ni siquiera los olivos
se ven en la lejanía.
El día deja sereno
ríos de cauces muy secos.
El agua que antes cantaba
susurra lamentos huecos.
Los gitanos recostados
sobre las fraguas sin llama,
fingen que duermen un sueño
con su corazón en calma.
El sol que desprende llamas
ha evaporado su savia
y ha dejado acartonadas
las suelas de sus sandalias.
El Soldadito, asustado,
coge la mano a Preciosa;
pero tiene que soltarla.
Sus brazos son ya dos fuentes
de arena fina de playa
y sus cuencas se vacían
de perlas de aguamarina.
Los pliegues de su vestido
por el suelo se han caído.
Salamandras de colores
le trepan por los tobillos.
El Soldadito, sin tiempo,
busca a Preciosa una sombra,
o el sol la convertirá,
en una duna redonda.
A pedir ayuda va,
por caminos polvorientos.
Pero solo encuentra a un niño,
que recita versos sueltos.
Del pecho le brotan al niño
dos chorros de vino tinto.
Y sobre su calavera
hay un rostro enmohecido.
⸺Niño sabio:
¿dónde está el Romancero?
Ese mundo que Preciosa
me vistió de lentejuelas.
Mi bailarina ya duerme
como todos los gitanos.
El verde de su mirada
se lo ha comido una rana.
⸺Si yo pudiera soldado
a tu niña la salvaba.
Pero yo ya no soy yo,
ni esta es ya mi casa.
Los caballos que pastaban
ahora buscan los peces
que las redes se han llevado
escondidos en las algas.
Los barcos yacen varados
en los arenales blancos.
La luz los ha confundido
y creen que están navegando.
Donde los nenúfares tapizaban,
de verde, largas acequias,
ahora crecen ortigas
y sapos de piel de almendra.
Si miras al horizonte,
verás un arpa en silencio.
Su voz se quedó atrapada
en los confines del tiempo.
La luna se fue a dormir
harta de esperar su canto.
Al arpa solo le brotan
zarzales y espinos blancos.
⸺¡Niño Sabio!
¡Alguien cortó las cuerdas!
Aún puedo ver la sangre
resbalar por las madera.
⸺Yo, soldado, las corté
con estas tijeras finas.
No sabía que mataba
un trino de cardelinas.
⸺Quiero volar con Preciosa,
cogerla por la cintura.
Llevármela patinando
por cumbres de gran altura.
⸺Soldadito enamorado,
feliz con tu bailarina.
Quizás si uno las cuerdas
despierte a tu hermosa niña.
Las pegaré con saliva,
de esa que lleva estrellas.
Pero necesitaré metal,
que entorche hilos de seda.
⸺Yo tengo cobre en el pecho,
mi corazón es rojizo.
El resto es todo de plomo,
cubierto de esmalte fino.
⸺Para ello Soldadito,
tendré que fundir tu torso.
Recogeré tu elixir
en cálices de oro rojo.
Te llevaré a la fragua
donde sueñan los gitanos.
Donde forjaban los anillos
que llevaban los lagartos.
No sé si te dolerá.
Pero todo lo que amamos,
alguna vez duele mucho,
porque por eso es amor.
⸺No temas por mí, Niño Sabio.
Cántame una nana hermosa
y antes de que el fuego llegue,
me habré dormido en tus brazos.
No era ya soldado alguno,
apenas juguete inútil
y ahora seré la música
que encandilará la luna.
Nunca gané batallas,
ni recibí medallas.
Nadie rezará por mi,
cuando me vaya.
Quiero que la luna vuelva.
Que espante este sol grasiento.
Que se llenen los campos
de polen de crisantemo.
Y estar siempre con Preciosa,
y hacer poemas de acordes
y esconder en su melena
claves de sol y de fa.
Sus dedos serán en mí
pentagramas de arcoíris
en partituras que hablen
de ella, de ti y de mi.
Porque cuando oigas Niño,
que el arpa comienza a hablar,
sabrás que siempre que quieras,
te podrás venir y quedar.
Ay, Soldadito de Plomo,
abandonado y triste.
De los juegos olvidados
En un desván de retazos.
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